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310 patricios criollos, unidos con el bajo clero, serán los que promuevan, dirijan y orienten las diversas manifestaciones del pueblo. A partir de esta situación, es lógico que la aversión sea creciente, pero también en este punto se pone de manifiesto cómo los argumentos tienen una evolución en sus propias lecturas. Así, el argumento de ataque directo por parte de los revolucionarios españoles, se justifica afirmando que han vivido trescientos años de Despotismo, sometidos a las autoridades regias venidas de los marcos peninsulares, que hacen uso de todas sus prebendas y niegan los derechos propios de los vasallos americanos. Lógicamente, la reacción llevará a destacar lo propio y peculiar americano. 81 Cuando esos rencores se acen- túen más, unidos al ansia por salvaguardar la legitimidad clásica y el pueblo se arroje a la calle para defender al soberano legítimo, la reacción de enfrenta- miento contra el poder establecido será difícilmente sostenible. Al mismo tiempo, a esa guerra contra el francés se le añadía un elemento nada desdeñable: el hecho de considerarla como una guerra religiosa, por lo que el patriotismo suponía a un mismo tiempo la defensa de la religión tradicional del Estado. La impedimenta eclesiástica utilizada a este fin fueron las proce- siones, sermones, cartas pastorales... que desarrollan un sentimiento patriótico y religioso exaltado. 82 Sin ser expresamente en el marco religioso, así lo intuía Juan Germán Roscio, poniendo ya contrapeso a las posturas realistas: Piensan muchos ignorantes que vivir sin rey es un pecado; y este pensamiento fomen- tado por los tiranos y sus aduladores se ha hecho tan común para definir el vulgo a un hombre malvado suele decir que vive sin rey y sin ley. Sin ley, es verdad, nadie puede vivir, porque está impresa en el corazón de todos los hombres por el autor de la natu- raleza...; pero sin rey, cualquiera puede y debe vivir... 83 Nueva España, representando uno de los prototipos de la actitud antiamericana de los peninsula- res hacia los criollos. Cfr. F.-X. Guerra, «La desintegración de la Monarquía hispánica: Revolu- ción e independencia», en De los imperios a las naciones: Iberoamérica , comps. Antonio Annino, Luis Castro Leiva, F.-X. Guerra, Ibercaja, Zaragoza, 1994 , p. 205 , n. 22 . 81 Aunque no nos detenemos en ello, lógicamente ocupa un papel significativo en este juego de intereses la representatividad de unos y otros, en relación a una soberanía que revertía en todo el pueblo español. 82 En este orden de cosas, Jovellanos afirma: «España lidia por su religión, por su constitución, por sus leyes, sus costumbres, sus usos, en una palabra por su libertad». Melchor Gaspar de Jove- llanos, «Carta», Gazeta de México ( 8 de julio de 1809 ), p. 608 . Palabras casi idénticas pronunciará también Miguel Hidalgo, dos años más tarde, en la proclama para justificar su levantamiento. Miguel Hidalgo, «Proclama», en Ernesto de la Torre Villar, La Constitución de Apatzigán y los crea- dores del Estado mexicano , Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1964 , p. 203 . 83 Tomado de: Pedro Gases, Historia de la imprenta en Venezuela hasta el fin de la primera Repú- blica ( 1812 ) , Presidencia de la República, Caracas, 1967 , pp. 209 - 210 . miguel anxo pena gonzález

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