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307 una nueva sociedad y una nueva política». 74 Afirmar esto supone, automática- mente, hacer una lectura que evite teleologismos y, por lo mismo, que tenga en cuenta todas las perspectivas posibles. No cabe duda que la transformación operada en la América hispana en un plazo de tiempo muy corto es grandísima. Afectando tanto a la argumentación teórica como a los hechos prácticos que tendrán lugar. La coherencia y sinto- nía, en relación a las independencias americanas y la actitud de los insurgentes, no parece coincidir con los hechos que acaecieron y cómo se desarrollaron ori- ginariamente. Es necesario entrar en la dinámica interna que puede no resul- tar tan lógica y loable pero sí más real. Es más, podríamos reconocer que resulta incoherente y privada de toda conexión interna. Pero, al mismo tiempo, hemos de señalar que esto es bastante razonable, pues los acontecimientos se desplegarán a una gran velocidad, al tiempo que hemos de reconocer que se produce en ellos mismos un cambio radical. Incluso con una evidente peculiaridad: se siguen utili- zando ámbitos semánticos y lenguajes comunes para cuestiones claramente diver- sas a las que se entendían o estaban haciendo referencia tradicionalmente. 75 3 . 2 . La encrucijada de 1810 . No hay duda que la fecha del cambio puede situarse en torno a 1810 , primero a partir de los levantamientos insurgentes en defensa del Soberano que, enseguida, derivarán hacia la insurgencia y autodeterminación. Un papel relevante lo ocuparán, en estos sucesos, los condicionantes religio- sos que responden a la pugna entre un tradicionalismo, proveniente de la Monar- quía y del entorno peninsular y, al mismo tiempo, un liberalismo o búsqueda de modernidad, derivado de las élites de las nacientes Repúblicas o nuevos Esta- dos. Pero, con la singularidad, que ambos utilizarán idénticos ámbitos y recursos para sustentar sus posiciones. Reconocer este principio supone un nuevo prisma de lectura, hoy en día ya aceptado. 76 Así sucede también en la interpretación que sostuvieron tradicionalmente los insurgentes y, en el lado opuesto, las autorida- des eclesiásticas, fundamentalmente obispos que los condenan. Los diversos territorios americanos irán construyendo su propia historia religiosa, en la que el providencialismo divino ocupa un lugar preponderante, 74 F.-X. Guerra, Modernidad e independencias. Ensayo sobre las revoluciones hispánicas , Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1992 , p. 12 . Este autor ha sostenido un estudio de la historia en el que convergen diversas corrientes historiográficas, lo que enriquece abiertamente su discurso. 75 Así acaece con diversos términos como el de nación, patria o pueblo. En ellos se parte de su sentido común y genérico para, progresivamente, referirse hacia la autonomía, libertad e indepen- dencia. La base ideológica estaba en la defensa común frente al invasor francés. El paso siguiente, como era de esperar, será la entrada de un lenguaje manifiestamente revolucionario. 76 Cfr. Roberto Breña, «Pretensiones y límites de la historia. La historiografía contemporánea y las revoluciones hispánicas», Prismas , XII ( 2009 ), pp. 283 - 294 . la «escuela de salamanca» y el pensamiento independentista

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