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292 dad de Salamanca llevó a que la ciencia teológica comenzara a ser vista social- mente como algo del pasado y, por lo mismo, circunstancial, razón por la que el Derecho, en sus dos especialidades –canónico y civil– volverá a ser el ámbito natural para la formación de la burocracia de la Monarquía hispánica, tanto para las instituciones civiles como eclesiásticas. Era, por lo mismo, una promoción por el oficio, donde el utilitarismo ocupaba un lugar significativo. 28 Y, como era de esperar, nuevas figuras surgirán para cubrir el espacio dejado por las de la etapa anterior. El centro por excelencia lo ocupará el jesuita Fran- cisco Suárez. No se puede negar que la fuerza expansiva de la Compañía había permitido que su pensamiento se difundiera con gran amplitud y celeridad pero, no es menos cierto, que en su haber contaba con obras que abarcaban casi todas los aspectos del conocimiento, con unos matices hasta el presente inusitados para otros autores. De esta manera, era manifiesto que un pensa- miento común unido a una buena organización y estrategia institucional, arro- pada con una sólida formación y raciocinio, ofrecían un pensamiento seguro y válido para toda una amplia época. Esto se pone especialmente de manifiesto con la difusión de los impresos a lo largo de los siglos xvii y xviii que, en el caso de Francisco Suárez, se mantendrá de manera permanente y con una for- tísima resonancia internacional. 29 Así, si algo pone de manifiesto el abordar el concepto «Escuela de Salamanca», en relación con los contextos históricos, es que aquello que se nos ha presentado, especialmente desde finales del siglo xix , no coincide con los datos estadísticos ofrecidos por la difusión de las obras impresas de estos autores y épocas. Es evidente que no son todos los que están, ni están tampoco todos los que son. La selección es ideológica y responde a intereses concretos, fundamentalmente de Escuela. No se puede tampoco minusvalorar el hecho de la lengua utilizada para la difusión del pensamiento. Es cierto que el latín comienza a ser superado en la vida cotidiana pero, al mismo tiempo, la difusión de las obras científi- cas y teológicas continuaba haciéndose en la lengua de Cicerón, puesto que de esta manera no tenían fronteras y podían llegar a auditorios muy diversos. Se comenzaba a hacer una distinción entre aquellas obras que podrían tener una 28 Cfr. Luis E. Rodríguez-San Pedro Bezares, «Los juristas: matrículas, grados y promoción académica en la Universidad de Salamanca, siglos xvi-xviii », en El derecho y los juristas en Sala- manca (siglos xvi - xx ) , coords. Eugenia Torijano Pérez, Salustiano de Dios de Dios, Javier Infante Miguel-Motta, Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca, 2004 , pp. 209 - 248 ; Severiano Hernández Vicente, «Juristas y estudiantes de Derecho en la Universidad de Salamanca (siglos xv-xviii )», en El derecho y los juristas en Salamanca (siglos xvi - xx ): En memoria de Francisco Tomás y Valiente , pp. 249 - 264 . 29 Así, en un número significativo de Colegios contaban con una prensa con matrices, para editar sus propias obras. Cfr. J.L. Betrán, El bonete y la pluma ..., pp. 26 - 27 . miguel anxo pena gonzález

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