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El Mundo Iberoamericano antes y después de las Independencias – 394 – Esto está también haciendo referencia a la significativa diferencia de la mayoría de los movimientos independentistas, que surgen en un marco urbano y, por otra parte, el de la Nueva España, que lo hace desde un entorno más rural. Con todo, en la signifi- cativa diversidad coincide la presencia de un cuerpo social de patricios criollos con una adecuada formación y una convicción personal, social y carismática como para apasionar al propio pueblo. Por ello mismo, al mismo tiempo que el movimiento insurgente ha de ser tenido en cuenta el intento por justificar la propia soberanía, que encontrará un recurso adecuado en las clásicas tertulias que ahora son acompañadas por la lectura de la prensa; elementos que servirán a un denominador común. Es cierto que éstas se dirigen fundamentalmente a grupos muy minoritarios, pero que transmitirán su sensibilidad y lucha al conjunto de la sociedad, que tenía una de sus fórmulas de organización social en los Cabildos abiertos, aunque éstos casi siempre con un carácter oligárquico. Al mismo tiempo, no se puede minusvalorar el papel significativo de la Iglesia en los movimientos de emancipación 72 . De igual manera que el clero alto estaba especialmente vinculado a los realistas, el clero bajo se conformaba con la sociedad en la que había nacido y de la que se consideraba como parte indisoluble. Por otra parte, el clero regular, aparentemente estaba más vinculado con las fórmulas del Antiguo Régimen, pero pronto comenzaron a surgir religiosos que se identificaban con el ansia de independencia de su territorio concreto. Si hasta aquel momento las élites habían generado la imagen de un enemigo común en la España peninsular, pasada la frontera de 1810 comenzarán a poner de manifiesto también las diferencias regionales que ofrecía cada territorio, ya fuera un virreinato, una Audiencia o una comandancia. Este hecho parece ofrecer una profunda diferencia con las lecturas de décadas anteriores. La Independencia era ya un camino de ida sin retorno, en el que aquello que se había defendido fuertemente volverá de manera progresiva a ser un lugar común, en el que la búsqueda del espacio de protagonismo personal por parte de los patricios criollos, que se habían alzado contra el poder real, ahora lo hará contra sus propios vecinos y hermanos, en la búsqueda de la diferenciación y el propio poder territorial. Aquello que había identificado a todos, la Nación , evoluciona a gran veloci- dad, desarrollándose un contenido moderno del término, surgiendo nuevas y múltiples naciones. Éstas eran el fruto de la conclusión del pacto entre los pueblos. No se trataba ya sólo de una interpretación política de la nación, sino también cultural, que releía el pasado mirando a un futuro independiente. Una sociedad nueva, cuyo edificio empiece por los sólidos cimientos del derecho natural, y concluya con la más perfecta armonía del derecho civil, arruinado al mismo tiempo el gótico alcázar construido a expensas del sufrimiento y de la ignorancia de nuestros antepasados… 73 . 72 Cf. D. Ramos, España en la Independencia en América , Madrid, fce, 1996, 144. 73 A. de Moya Luzuriaga, “Catecismo de Doctrina civil, [Cádiz 1810]”, en Catecismos políticos españoles arreglados a las Constituciones del siglo XIX , 51-52.
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