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La ideología de las independencias – 387 – diversas fuerzas sociales. Así se lograba ya una primera unidad político-religiosa, que podía servir de referente a la sociedad local, logrando unir en un mismo imaginario a gentes que, aparentemente, pensaban de manera diversa, por pertenecer a contextos socialmente variados. Lo religioso configuraba y daba forma al día a día de las socieda- des del Antiguo Régimen. Así los temas religiosos y la argumentación deducible de los mismos, en una clara orientación revolucionaria o contrarrevolucionaria. El pensamien- to clásico fue, de esta manera, una herramienta eficaz y segura, desde la cual generar respuestas en los distintos espacios geográficos, teniendo en cuenta que el pensamiento clásico hispano funcionaba mejor cuando iba acompañado de un sustrato católico en la sociedad en la que debía asentarse. No cabe duda que, los primeros levantamientos, como consecuencia de las abdica- ciones de Bayona y las actitudes sostenidas por Napoleón y sus huestes, hacen buscar recursos en la argumentación clásica 54 . Desde ésta es fácil leer los hechos como una tiranía, puesto que aquel que era considerado como aliado se había alzado, imponién- dose por la fuerza. Al mismo tiempo, esto tenía como resultado que, en una estructura centralista como la que habían ido imponiendo decididamente los Borbones, la nación quedara sin cabeza legítima 55 . Así, aquel se proponía como símbolo de la independencia, el Rey Fernando VII, en un segundo momento pasará a ser el referente del absolutismo más despótico, que debía ser desterrado de las tierras americanas. Diversas figuras, tanto en la Península como en América, se alzan contra el tirano invasor desde una manifiesta actitud de patriotismo y defensa de lo propio, sustentado en unos valores comunes defendidos por todos. Serán éstos los que aglutinen y con- voquen un sentimiento de exaltación común en toda la sociedad, que tendrá distintas concreciones en España y América. Con todo, reflejos de ese sentimiento común serán diversas manifestaciones de fidelidad al Rey, a la religión católica y a la patria. Llama poderosamente la atención el constatar que, el rechazo del francés se lleva a cabo por medio del hecho de remarcar la fidelidad al soberano legítimo, en el que se ponen todas las esperanzas e ilusiones de un pueblo que estima y defiende sus usos y costumbres. Pero, precisamente en este hecho, es donde ya se manifiesta una evolución de qué entiende cada uno como nación. Lo que en un primer momento dice referencia a la Monarquía hispánica comienza a ser sustituido por nación española, idea que identifica a peninsulares y americanos, pero que pronto generará suspicacias y, en un segundo 54 Es necesario, a este respecto, preguntarse por qué en la argumentación clásica. La razón es múltiple, por una parte era la más fácil de ser asimilada y aceptada por todos, pues era la que se había transmitido por genera- ciones, por lo que era más difícil que fuese cuestionada. Pero, al mismo tiempo, no cabe duda que otro tipo de posturas eran consideradas como provenientes del invasor francés, lo que podía generar un revuelo importante. 55 Es cierto que no era sólo fruto del absolutismo borbónico, sino que la misma manera de entender los pactos entre el Rey y su pueblo determinaban fuertemente la figura del Soberano, como único referente visible. Al faltar éste se tambaleaban los cimientos que daban seguridad a un pueblo. Y, desde el mismo momento que algo era cuestionado, quién ponía límites a que otros temas relacionados pudieran ser leídos o interpretados de nuevas maneras en su propia evolución interna.

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