BCCAP000000000000106ELEC

MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ 126 estudiados en la relexión teológica del momento. Esto afectaba de manera particular a los peninsulares que, hasta aquel momento, habían estado de- terminados por una teología controversista, en el conlicto entre cristianos, judíos y musulmanes, tan propio de la Península Ibérica. Los reinos penin- sulares, cada vez más conscientes de su papel, comenzarán a desarrollar un frenético cuidado de relaciones diplomáticas, que tendrá también su reac- ción en las distintas Cortes pontiicias. De esta manera, como ponía en evidencia Evangelista Vilanova, es en Constanza donde “los peninsulares se encontraron con los otros teólogos europeos y, beneiciándose de las corrientes humanistas que ya respiraban, establecieron contactos muy pro- vechosos en el ámbito teológico y también en el de la diplomacia” 9 . Pero no podemos minusvalorar también el hecho de que el Cisma había llevado la división a todos los ámbitos de la vida social, religiosa y cultural del momento, “en las órdenes religiosas, en los obispados, cabildos y mo- nasterios. Martín V pensaba que la unión de la Iglesia universal debía aportar la paz y la concordia a las iglesias particulares” 10 . Si esto era así, parece bastante lógico que el Pontíice ponga al servicio de sus intereses, instituciones que, abiertamente habían jugado un papel preponderante en toda la lectura conciliarista. Lógicamente, un lugar de primer orden lo ocuparía la Universidad de París. Aquella en la que la Teología contaba con una preeminencia recono- cida respecto a otras Academias, y donde las grandes Escuelas habían mantenido a lo largo del siglo XIII-XIV a sus más signiicativos maestros, como era el caso de Santo Tomás de Aquino, San Buenaventura y el Beato Juan Duns Escoto. Pero el uso partidista por parte del Papado de Aviñón había traído también como consecuencia la identiicación de aquella Uni- versidad no ya con el marco de la Cristiandad, sino con el propio y particu- lar de la Monarquía gala. Así lo interpretarán los autores de la Historia de la Iglesia , dirigida por Flichte y Martin airmando que, “al terminar el Gran Cisma, la Universidad de París no será más que la Universidad del rey de Francia” 11 , por lo que los beneicios franceses serán concedidos en exclusi- vidad a los naturales de dicho Reino. Es lógico que, ante este estado de cosas, el Papado busque nuevas alternativas en donde legitimar sus posi- ciones. Esto pasaría por asegurarse una alianza con otros centros académi- cos que, sin opacar el lugar preeminente del de París, pudieran servir de contrapeso iel a sus propios intereses. Por otra parte, no se puede tampoco 9. E. v ilanova , Historia de la Teología Cristiana. II. Prerreforma, reformas, contrarre- forma , Barcelona, Herder, 1989, p. 42. 10. J. g oñi g aztaMBide , Recompensas de Martín V a sus electores españoles , en A. f li - chte - V. M artin (dirs.), Historia de la Iglesia. XIII. Espiritualidad y política en la Edad Me- dia , Valencia, Edicep, 1977, pp. 488-489. 11. E. d elaurelle - E.-R. l aBande - P. o urliac , Las Universidades …, p. 242.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz