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MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ 134 mantino pero que, al mismo tiempo, le hacía más solícito a los intereses del Papado, del que dependía para el reconocimiento de los títulos. Goñi Gaztambide considera que “seguramente es entonces cuando [Clemente VII] erigió canónicamente la Facultad de Teología, concedién- dole el privilegio de conferir grados académicos, que hasta entonces le ha- bían negado los Papas” 28 . La erección en esta época, incluso vendría corro- borada, por los matices que Goñi Gaztambide hace a Beltrán de Heredia, interpretando un registro de Benedicto XIII, de 1393, considerando que el tanquam noviter erecta formulado en el documento, “–la palabra noviter – puede signiicar de nuevo o recientemente . En cualquiera de ambos signii- cados supone una erección anterior, sin duda la de 1381” 29 . Lo que no se puede obviar es que ese cambio de proceder, por parte del Pontíice, pon- dría a la Universidad y a los regulares salmantinos más próximos a sus in- tereses, lo que no dejaba de ser beneicioso para todos. En estrecha relación con estas cuestiones, habría que interpretar tam- bién la autorización que Pedro de Luna tenía de Clemente VII para confe- rir veinticinco títulos de maestros en Teología o doctores en Cánones en los Reinos peninsulares. Se puede comprender que éstos no fueran aplica- dos exclusivamente en relación al Derecho, sino abiertos también a lecto- res en Teología en los diversos centros de formación, intentando así desa- rrollar un progresivo equilibrio en el que la Teología, en un plazo no muy amplio de tiempo, podía contar también en Salamanca con el número ne- cesario de maestros para hacer frente a las distintas necesidades que impo- nía una Facultad de Teología en la Academia. Por lo mismo, en este mo- mento, serán promovidos como maestros en Teología, dos dominicos y dos franciscanos 30 , de tal suerte que se podía mantener la alternancia e, incluso, la competencia entre ambas visiones teológicas. A tal in, el Cardenal ha- bía delegado sus facultades respecto a Salamanca en su capellán, P. Caste- llano, O. P. 31 . Muy próximos también a los sucesivos pasos que se iban dando, esta- rían la actitud y el proceder del obispo de Salamanca, Diego de Anaya Maldonado, preocupado por robustecer el papel relevante del Estudio en el que él mismo se había formado y del que era deudor, por lo que intenta- rá incrementar su posición con la fundación del Colegio de San Bartolomé, intentando crear un paralelismo ya no sólo con París, sino con otros luga- 28. J. g oñi g aztaMBide , Documentos pontiicios sobre la Universidad de Salamanca …, p. 482. 29. Cf. Ibid ., 483. Acerca de la posición del historiador dominico, cf. V. B eltrÁn de h eredia , La Teología en nuestras universidades del Siglo de Oro , en Analecta Sacra Tarraco- nensia 14 (1941) 3-4. 30. Cf. ASV, Reg. Av. 219 , f. 289-290 . Tomado de: J. z unzunegui , La legación en España del cardenal Pedro de Luna: 1378-1390 , pp. 99-100. 31. Cf. M. de c astro Y c astro , San Francisco de Salamanca… , p. 37.

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