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126 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ había traído como consecuencia la identificación de aquella Universidad no ya con el marco de la Cristiandad, sino con el propio y particular de la Monarquía gala 10 • El Pontificado conservará sólo una tutela doctrinal sobre la Facultad de Teología mientras que los dictámenes de los teólogos pari– sienses no serán ya determinantes para el Papado. Al mismo tiempo, estos últimos estarán preocupados por la necesaria independencia respecto del poder real. A partir de este momento, los beneficios eclesiásticos en la geo– grafía francesa serán concedidos exclusivamente a los naturales de dicho Reino. Ante esta evolución de los hechos, el Papado buscará nuevas alterna– tivas a partir de las cuales poder legitimar sus posiciones, lo que se concreta– rá en la alianza con otros centros académicos que, sin oscurecer el lugar preeminente de París, servirían de contrapeso fiel a sus propios intereses. Las universidades de Cambridge y Oxford apoyaban al Papado romano en la per– sona de Gregario XII, frente a la posición de París, de tal suerte que se hacía patente que el Papado de Aviñón necesitaba un aliado nuevo y seguro. En este juego de fuerzas, Salamanca se convertía en uno de los lugares propicios. Primero, porque le permitía poner en evidencia su posición moderada, reconociendo los derechos que ya en 1411 Benedicto XIII había concedido a la Alma Máter 11 ; en segundo lugar, Martín V lograba contar en el Reino de Castilla y en la misma Universidad con un aliado fiel, frente a las suspicacias que seguían existiendo en entornos eclesiales y civiles de las Coronas de la Península Ibérica. Los hechos históricos apuntan a pensar que, en estas décadas, la visión más común entre teólogos y juristas era el Conciliarismo. Es precisamente la postura defendida por Benedicto XIII hasta que es elegido Pontífice. En este sentido, parece que los seculares serían más afines a este tipo de tesis, mientras que los regulares podrían estar más cercanos a las papistas, espe– cialmente los tomistas. Con todo, no se puede olvidar que el nominalismo ayudaría a la justificación de las posturas conciliaristas. Muy vinculada con este conflicto estaba la tensión en el Estudio parisiense por los privilegios que se abrían para los regulares, y que ponían en peligro los privilegios cor– porativos de los que habían gozado los maestros y estudiantes seculares. 2. ENTRE MONARQUÍA Y PAPADO Al perder la Universidad de París ese papel característico y peculiar de catolicidad que siempre la había caracterizado, deja también menos espacio 10 Lógicamente, la Universidad de París, en su historia, no lo expresa en dichos términos, pero sí muestra la reforma que vive el Estudio, donde claramente se deja ver cómo había decaído el Estudio. Señalamos la reforma que se señala para la Teología. Cf César ÉGASSE Du BOULAY, Historia Universita– tis Parisiensis. v. Ab anno 1400 ad an. 1500, Parisiis, Apud Petrum de Bresche, 1670, pp. 563-566. 11 En ese mismo año, en la Universidad de París vemos cómo el papa Juan XXIII y el rey Carlos mantienen el pulso por hacer valer sus derechos en el Estudio. Cf ibid., pp. 218-224.

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