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132 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ dominicano, porque la Universidad no disponía aún de edificio propio, sir– viéndose de locales alquilados 25 • La situación de la Alma Máter respecto a los estudios de Teología duran– te estos años no había sido fácil. Del estado general se deduce que, con ante– rioridad a la visita del Legado, tanto dominicos como franciscanos contaban con dos Estudios Generales en progresivo afianzamiento, pero que funciona– ban de manera autónoma e independiente, mirando fundamentalmente a los intereses de la propia institución. La oportunidad que generaba la actua– ción de Pedro de Luna era beneficiosa para todos y, aunque hasta aquel momento, el estudio de la Teología, tal y como se planteaba por Menores y Predicadores, no interesaba a la Universidad, por encontrarse ésta más orientada hacia aquellos estudios que posibilitaban más directamente el acceder a beneficios y oficios, ya fueran eclesiásticos o civiles. La propuesta proveniente de Aviñón abría ahora una buena oportunidad para que este ámbito de la ciencia pudiera concurrir también a los intereses comunes 26 • De esta manera, aunque Zunzunegui concluye afirmando que la legación de Pedro de Luna no fue beneficiosa para Castilla, Aragón y Navarra, pues que– daron estos reinos fuertemente ligados a la persona de Benedicto XIII, lo cierto es que en el entorno salmantino y, por lo mismo, en el castellano su actuación resultó fundamental para la evolución y consolidación de la Teo– logía y, desde ésta, la apertura a un futuro renombre internacional. Se intuye que, en este primer momento, que podría llegar hasta 1416, la docencia se impartiría en los dos Estudios simultáneamente, entendién– dose que los regentes de los mismos desempeñaban las cátedras de Prima y Vísperas en alternancia, superando así uno de los escollos que podrían surgir en un primer momento, acerca de quién tenía la preeminencia. En este estado de cosas, hacia el año 1381 encontramos a Diego López de Ribadeneira, O.Min., maestro por la Curia de Roma, fungiendo en lo que sería la cátedra de Prima, que en aquel momento se encontraría en San Francisco 27 ; y, en San Esteban, a su regente Juan Castellano, OP en la de n Vicente BELTRÁN DE HEREDIA, Cartttfario, t. I, p. 228. 26 En este sentido, cabría preguntarse si el monopolio que canonistas y civilistas tenían sobre la Uni– versidad de Salamanca no era también, a un mismo tiempo, una libertad para la Teología que, desde los generales de San Francisco y San Esteban, se centraba en las propias Escuelas -escotista y tomista- , generando un pensamiento que no estaba controlado desde instituciones externas a las propias organi– zaciones de las Órdenes. De esta manera, no se trataría sólo de las necesidades perentorias, como afir– mará Beltrán de Heredia, sino de la propia autonomía, como resultado de la escolástica desarrollada por los grandes maestros y sus Escuelas. Cf Vicente BELTRÁN DE HEREDIA, Cartulario, t. r, p. 215. 27 Cf Isaac VÁZQUEZ ]ANEIRO, La Teología de Salamanca en el siglo XV... , p. 617. Con todo, es difícil afianzar los datos; el mismo Goñi Gaztambide afirmará a este respecto que se trata de un dato propues– to por Heinrich DENIFLE, Die Ensteh11ng der Universitiiten des Mittelalters bis 1400, Berlín, 1885, p. 492 que no ha podido localizar y refiere la signatura del fondo donde se encontraría. ASV, Reg. S11ppl. Ino– cencio VI, an. 3, p. 2, f. 77. José GOÑI GAZTAMBIDE, «Documentos pontificios sobre la Universidad de Salamanca», Anthologica Ann11a, 8 (1960), p. 481. Con todo, lo más interesante es el otro detalle que nos aporta Goñi, el hecho de que dicho maestro se mantiene durante veintiséis años en dicha cátedra, lo que
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