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198 MIGUELANXO PENA GONZÁLEZ convivencia social que supone, especialmente, la aceptación del diferente. Al Estado, en sus diversas concreciones, hemos de pedirle que ayude a los indivi duos a basarse en principios, antes que en razas, culturas o religiones. Por esa razón, nuestra sociedad ha de responder de manera amplia atajando los proble mas y dificultades en su origen, evitando que lleguen a convertirse en auténticas montañas inexpugnables, ante las que nos vemos incapaces de obtener ningún resultado. En ese juego de fuerzas e intereses hay un espacio, sumamente impor tante para nuestra sociedad, y por medio del cual sí sería posible lograr cierto entendimiento: el deporte. No cabe duda que cuando se trata de este tema, nadie tiene ningún problema en aceptar a aquel que juega y puede ayudar a aumentar el medallero de un determinado Estado8. Como se puede suponer, no es éste el deporte hacia el que nosotros mostramos interés, sino que nos referi mos al deporte infantil y juvenil, medio de socialización y competencia sano, donde es posible aprender a luchar y defender una causa común. De esta manera, los colegios, los barrios, las asociaciones de vecinos, tienen en su pro pia realidad más herramientas oportunas de las que muchas veces nos damos cuenta9. Unido al ejercicio físico, se encuentra, también, la música. No se trata aquí de montar una orquesta al estilo de lo realizado por el argentino Daniel Baten boim, pero tampoco rechazar las posibilidades que puede tener ese medio “que amansa a las fieras”10. No cabe duda que aquí sí que es necesario un verdadero apoyo de diversas instituciones con el fin de lograr el resultado. La música, con su sacrificio y disciplina constante, se convierte en un medio donde uno destaca por su mérito y esfuerzo, al mismo tiempo que, en una gran orquesta un único instrumento no sirve de nada sino está acompañado por todos los demás. Este 8 Para constatar este hecho, sólo habría que recorrer las últimas olimpiadas para ver cuán tas de las medallas obtenidas provienen de gente originaria de otros lugares, que, por diversas cir cunstancias, han cambiado el color del Estado al que representan. Pero aquí, tengo que mostrar mi profunda extrañeza cuando he sabido que a los menores que superen los catorce años y no sean españoles, no se les permite competir en ningún tipo de dis ciplina por su ser de extranjeros. Qué curioso frente al clásico griego, que siempre utilizamos como referencia social! No cabe duda que una norma tan absurda como ésta lo que logra es marcar con el dedo al emigrante y hacer que se tenga que ver relegado hasta en las etapas más tempranas de su vida. ° La apuesta de Edward Said y Daniel Barenboim, al margen de todas las etiquetas de carácter político con las que se ha querido adornar el proyecto, no deja de ser una radical apuesta por la paz, ya que su director está convencido de que la paz entre judíos y palestinos no es una uto pía, realidad que quiere poner en evidencia mediante la West Eastern Divan, en la que se encuen tran jóvenes músicos de los dos grupos enfrentados, y a los que la única opción política que se les pide es que estén en contra del uso de la violencia como solución a los conflictos. Esta realidad que comenzó como una apuesta pacifista, con el paso del tiempo ha tomado una clara opción política, en el sentido más positivo que ésta puede tener. A sus espaldas cuenta con premios del prestigio del Príncipe de Asturias a la Concordia.

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