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196 MIGUELANXO PENA GONZÁLEZ Por lo mismo, se impone cambiar el discurso y pasar a otro tipo de lenguaje que lleva a encarar los problemas que realmente preocupan a la sociedad y a los individuos, pasando de lo ficticio o fingido a lo real. Lo que realmente ha de cen trar la atención son las necesidades y preocupaciones de los individuos, donde no suele haber mucha diferencia entre los emigrantes y el resto de la sociedad. Es evidente que a todos preocupa la mejora de la calidad de vida, y la viven como una realidad irrenunciable, al mismo tiempo que muestran especial aten ción hacia la seguridad, la estabilidad en el trabajo, las diversas posibilidades... y todo esto ha de ser una oportunidad en y para la familia. Hace ya algunos años, el profesor Calvo Buezas, analizando los datos de la encuesta a los uni versitarios españoles, a la que ya nos hemos referido con anterioridad, llegaba a la conclusión de que “aquella vieja utopía emblemática ‘Dios, Patria, Rey’ está en franca bancarrota, siendo reemplazado por ideales utópicos más próximos y cercanos, más íntimos y personales como puede ser ‘el rebaño familiar’, que es con quien hoy los jóvenes se sienten más identificados y amados”5. Por otra parte, si consideramos a la familia como un espacio privilegiado, sería también conveniente estructurar una política familiar en los lugares de ori gen, preparando a los individuos para aquello que se van a encontrar en el país de llegada. Una organización de recursos humanos que no miraran exclusiva mente al bien de una empresa, o de los intereses de un pequeño grupo finan ciero o de inversores, sino que fuera capaz de mirar con otros ojos, conside rando al individuo que tiene ante sí, acercándose y valorando su propia idiosincrasia, y buscando la comprensión y un conocimiento sincero de su con texto socio-familiar concreto. 3. EL HIJO COMO LUGAR DE ENCUENTRO No cabe duda que todo esto se dificulta si, tanto la comunidad de acogida, como los emigrantes, se muestran herméticos y cerrados a la evolución y los cambios. Por lo mismo, es necesario encontrar espacios liberados de esos pre juicios mutuos, saliendo hacia un punto de encuentro común, en el que ninguno se sienta cuestionado o examinado. La historia nos ha demostrado fehaciente- mente que la solución no está tampoco en la creación de ghettos, que dificultan y hacen más complicada la convivencia, tampoco en que todo venga determi nado y vinculado a partir de asociaciones que defienden a aquellos que coinci den con un determinado esquema... sino que la solución pasa por aprender a ramente se muestra que el problema viene determinado por una politica socio-económica, que lleva también a promulgar leyes en una determinada dirección, puesto que los planes sociales y los pro yectos van en esa linea; hasta que llega el momento de pasar a otra cuestión y se abandona aque llo que se habla estado potenciado hasta ese momento. T. CALVO BuEzAs, o. c., p. 74.

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