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LA FAMILIA: ALTERNATIVA VERAZ 193 otro lado lo que no puede encontrar en su tierra. De esta manera, afronta lo que hemos denominado la experiencia de Éxodo, salir de su tierra, en busca de una “tierra prometida”, en la que se espera poder corregir todos los problemas que le aquejan, aunque la realidad nos demuestre que está muy lejos de que su sueño se haga realidad, o esto sucede sólo para un pequeño grupo. El emigrante se ve obligado a abandonar su tierra, sus referencias y, lo que es más importante, a los suyos: su familia. Quizás no hemos valorado suficientemente el desarraigo que supone esta experiencia que deja a muchos de los emigrantes huérfanos de afecto y sentimiento, que le estimulen y motiven con fuerza para seguir luchando. El emigrante lucha, trabaja por un futuro que no es solo suyo, sino que es también de los suyos, aquellos que han quedado en su tierra en la dis tancia, y a los que sueña con ayudar y ver lo antes posible, con los que tiene un proyecto de vida fundante y radical, que va más allá de las fronteras de los gobiernos o de los intereses de unos pequeños grupos. Por lo mismo, hemos de hacer que nuestra sociedad se cuestione sobre esta experiencia, que en muchos momentos valoramos de manera bastante frí vola, sin caer en el esfuerzo a que se ven sometidos los emigrantes. Dicho cuestionamiento es una búsqueda de los medios oportunos y adecuados para que el emigrante pueda crecer como persona en toda su integridad, al mismo tiempo que le permite desarrollar sus potencialidades y posibilidades, supe rando el nivel de frustración al que se ven obligados durante años. Surge así un primer interrogante en nuestro discurso: ¿Es posible para todos vivir esta experiencia? La práctica nos demuestra que no, ni siquiera para la mayoría de ellos, sino que es un pequeño grupo de afortunados y agraciados los que logran encontrar el lugar oportuno en la sociedad de llegada, que les permita desarrollarse y crecer como personas, sin minusvalorar los enormes sacrificios personales hacia los que se ven impelidos. Sólo un pequeño grupo, perteneciente a los estratos más altos de la sociedad, se imbrican a la perfec ción en nuestra cultura, pero ojo!, esos no forman parte de lo que nosotros denominamos emigración; puesto que sus cuentas en el extranjero, o el puesto de trabajo en grandes multinacionales, o la realidad de los hijos estudiando en los mejores colegios del entorno, les aseguran ser vistos como uno más, o qui zás hasta con la admiración que una sociedad construida a golpe de hipocresía mira al diferente. No cabe duda que, a la hora de encontrar caminos, todos hemos de poner nuestro granito de arena, puesto que, en muchas ocasiones, pareciera que esto es algo que sólo atañe a los emigrantes, o extendiéndolo algo más, que pudiera llegar hasta los servicios sociales respectivos y las oportunidades y prácticas que ellos tengan previstas. Nuevamente aquí queda en evidencia nuestro error, puesto que es necesaria la implicación de todos en aquello que podemos consi

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