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100 Miguel Anxo Pena Gonzalez canos de África y América. A este fin había pasado ya anteriormente por las cortes de Lisboa y Madrid. Se trataba de un mulato, posiblemente de origen esclavo, que decía pertenecer al linaje real del Congo y Angola y así se pre sentó ante Inocencio XI. Su intervención en Roma fue crucial para dar crédi to a las constantes peticiones de los Capuchinos. Los oficiales de la Curia que daban atónitos ante las descripciones que éste iba relatando acerca de los abo minables abusos que se estaban sucediendo en un mundo desconocido por ellos. Lourenço fue capaz de abrir los ojos de los cardenales al horror y sufri miento a que eran sometidos los negros, tratándoles como a bestias. Es difícil precisar cuál es la relación que éste tenía con los misioneros, pero sin su tes timonio la diplomacia de Giambattista da Sabbio no hubiera logrado el mismo resultado. Esta vez no eran ya los misioneros a título personal y refiriéndose a hechos concretos y aislados, sino que se trataba del Procurador General de la Orden, que se encargaba de velar por los beneficios de todos los religiosos. En esta ocasión representaba los intereses de los misioneros Capuchinos en las regio nes de África y América. Éstos vivían con gran dolor la experiencia de ver có mo herejes y católicos, en las regiones de África, capturaban a los infelices e indefensos negros. Con fraudes y engaños trasladaban a la costa a aquellos que habían sido capturados en guerras injustas, con el único fin de aumentar la ca cería humana. De muchos otros modos eran también reducidos a servidumbre y vendidos posteriormente como esclavos. Una vez comprados, con gran pe ligro de sus vidas eran transportados a América. Por el mal trato recibido, en tomo a una tercera parte de los embarcados fallecía en la nave. También era en el interior de la nave donde estos infelices, tanto adultos como infantes, re cibían el bautismo sin ningún tipo de instrucción. En América eran vendidos aquéllos que habían superado la muerte y tenían la salud y cualidades necesarias para afrontar un duro trabajo. Se les permitía vivir en concubinato, siendo el fruto de su pecado una ganancia más para sus amos. Eran tratados violenta e inhumanamente tanto negros como indios, sien do enviados a excavar, haciéndolos bajar a las minas. Los amos no escuchaban sus razones y los obligaban por la fuerza. No les daban ni tan siquiera el ali mento necesario para sus vidas, los tenían amarrados con cadenas de hierro, y si alguno se mostraba agotado del trabajo, era cruelmente flagelado y golpea do, llegando incluso a ser quemados o asesinados sin culpa alguna. fray Giovanni Battista da Sabbio solicitaba en nombre de los misionero que todos estos hechos fueran solucionados, proveyendo para que los excesof

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