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Los Capuchinos y la esclavitud negra en los siglos XVII y XVIII 91 nido que dedicar a actuar como legados de la causa indiana. Llega a recono cer que existe buena voluntad por ambas partes, aunque prevalezcan los inte reses de unos pocos. Muestra datos claros de cómo se han acostumbrado a la vida civilizada y han asumido la doctrina cristiana los que han gozado de libertad justa. De ellos se conoce que han edificado los templos de sus pueblos de misión, ca sas para los doctrineros así como para los viajeros, amén de pagar puntual mente el debido estipendio al doctrinero y tratándole con mucha reverencia. Nana el sometimiento de toda la comunidad a la autoridad del cacique, que vela por su pueblo y atiende a sus necesidades. Añade además algo que era de singular importancia para ganar el favor del rey, el buen servicio y aten ción que prestaban a los españoles, por lo que recibían una pequeña compen sación económica. La defensa de los indios la convierte en ataque directo contra los encomen deros. Le extraña que aquéllos no se hayan ya levantado ante las tiranías a que los someten sus señores, por lo que cree que no se les debe considerar como ladinos, en razón de que comprenden y saben distinguir lo bueno de lo malo. En las actuaciones que los encomenderos mantienen hacia ellos, no obtienen más que perjuicios, teniendo que someterse a lo que los encomenderos les dic tan, con detrimento aun de su vida espiritual. Le preocupa especialmente que los indios no conozcan todavía la doctrina cristiana y los sacramentos, de lo que son directamente responsables los encomenderos. Esta realidad que ha perfilado por medio de unos cuantos rasgos, la ejemplifica en la persona de un indio al que califica de desfigurado y desnudo. Nana los pormenores de su diálogo con él. Afirma que el indio le dijo ser esclavo, identificando la escla vitud con un sometimiento de la propia vida a la voluntad del amo, concunien do además en ello un manifiesto maltrato físico. El misionero se muestra in defenso ante este acontecimiento por lo que ruega ser escuchado por el sobe rano, entendiendo que no se puede identificar la esclavitud natural con la cul pa de aquellos que aun no han sido recibidos al bautismo. Duda que el rey llegue a tener un conocimiento veraz de los hechos, pues to que le harán saber sólo lo que conviene. Refiere cómo por el galeón que ha cía la ruta con España, se le había enviado constancia escrita de todo lo acae cido, anunciándole ahora que si de todo aquello no salía una solución favora ble a la defensa de los indios, lo único que se conseguiría es que se acrecenta sen todavía más los abusos. El misionero está convencido de la necesidad de llamar a las cosas por su nombre, identificar las maldades y las posturas ma-

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