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86 Miguel Anxo Pena Gonzalez cómo los blancos de la misión tenían la costumbre de hacer esclavos no sólo a los gentiles, sino también a aquéllos que habían recibido el bautismo. Am bos misioneros se rebelaban contra esta costumbre totalmente injusta que no sólo se aplicaba contra los africanos sino también contra los indios, haciendo caso omiso del Breve de Paulo III de 153763. El P. Girolamo, refiere que, res pecto a la esclavitud de los negros, los amos recurrían a una supuesta Bula pontificia que permitía la esclavitud por diez años. El capuchino se encorají na porque ninguno mostraba el supuesto privilegio y transgredían los diez años manteniendo a los infelices en esclavitud perpetua, que era transmitida también a su descendencia. En el caso de que existiese tal Bula, los misione ros solicitaban de Propaganda que se especificase qué negros se podían captu rar y por cuánto tiempo, obligando a los transgresores bajo duras penas ecle siásticas. La Congregación respondió negando la existencia de la supuesta Bu la, y acompañando además la carta con copia de la de Paulo III, en la que ex comulgaba a los esclavistas, amén de las decisiones del Santo Oficio. Parece que fue con este motivo, cuando Urbano VIII promulgó el Breve del 22 de abril de 163964 fray Giuseppe da Barbarolo, de la Provincia de Bologna, que vive en la Misión de Bahía durante catorce años. No tenemos un testimonio directo su yo, sino que procede del gobernador de Bahía, D. Ferno Jose de Portugal, que lo atacó y persiguió por su postura contraria a la esclavitud. Afirmaba que el capuchino sostenía que la esclavitud era ilegítima y contraria a la Iglesia. Ma tizando más el pensamiento del misionero señala que al ser la esclavitud unas veces legítima y otras ilegítima, se debía distinguir entre los esclavos captura dos en guerra justa y los que lo eran de guerra injusta. La postura del capuchi no, como ya sucediera con Jaca y Moirans, debió ir endureciéndose puesto que obligaba a los penitentes que se acercaban al confesionario a indagar la proce dencia de sus siervos. El gobernador entendía que este cuestionamiento tan fuerte de la práctica común de la época, llevaba implícito un detrimento de los intereses de la Corona en aquellas provincias y tenía miedo que la postura del misionero tuviese eco en los pobladores de aquellas villas. El P. Giuseppe fue suspendido por el arzobispo y recibió orden de abandonar la misión. Este, una 63 Cf. ASV, Arrn. XLI, 6, f. 158r 64 Cf. APf, Acta, vol. 108, ff. 417r-421r. Para ver la estrecha relación de estos breves COfl la acti tud de los Capuchinos, véase también: APF, America Meridionale, vol. 1, ff. 478r-483v.

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