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78 Miguel Anxo Pena Gonzalez ción. No consta que dicha dilación llevara consigo en la práctica una respues ta más exhaustiva39. 1.3. Esclavos de la Iglesia Con esta denominación se hacía referencia a los esclavos que los misione ros Capuchinos tenían a su servicio. Con el resto de los cautivos sólo coinci dían en el nombre. El origen de éstos estaba en aquellos bienhechores que en tregaban a los misioneros algún esclavo como limosna. El amo hacía el trámi te oficial con un procurador que representaba a la Santa Sede, a quien corres pondía administrar y proveer a las necesidades que tuvieran los religiosos. Só lo éste tenía autoridad para vender y comprar los esclavos, puesto que los Ca puchinos, en razón de la Regla de san Francisco, no podían poseer nada40. En la práctica, estos esclavos vivían como si de hombres libres se tratara: se ca saban, tenían sus familias y residían en un emplazamiento donde cultivaban la tierra para las necesidades de su familia. Tenían dos obligaciones en relación con los misioneros: facilitarles hortalizas y frutas para su alimentación y acompañarles como porteadores en sus viajes de evangelización, tarea que desempeñaban por turnos. Parece que todos los hospicios de los Capuchinos contaban con esta institución. M. Mutanda, profesor de la Facultad Católica de Kinshasa, considera que dicha práctica era una esclavitud en toda regla; enten diendo que los Capuchinos eran también tratantes de esclavos41. En los momentos en que pudo surgir alguna duda, como fue en 1794, fray José María de Firenze escribe a Propaganda Fide, consultando acerca de la li citud que tienen los misioneros Capuchinos que laboran en los reinos de An gola, Congo... para poseer esclavos al servicio de la misión. En el fondo, la preocupación del misionero estaba en la licitud de los misioneros para que, en 39 Cf. APF, Lettere, vol. 266, f. 506r. 40 Cf. 2R 6: “Fratres nihil sibi approprient nec domum nec locum nec aliquam rem. Tanquam pe regrini et advenae (cf. lPt 2,11) in hoc saeculo in paupertate et humilitate Domino famulantes vadant pro elemosyna confidenter, nec oportet eos verecundari, quia Dominus pro nobis se fecit pauperem in hoc mundo (cf. 2Cor 8,9)”. 41 M. MUTANDA, La question des “Esclaves d’Egtise” detenus partes peres C’apucins au Kongo et en Angola (1645-1835), en Revue Africaine de Théologie 15 (1991) 163-179. Parece que dicha postu ra es poco objetiva y está excesivamente determinada por detalles aislados y sacados de contexto. Pa rece preciso diferenciar entre Capuchinos tratantes, que los que se dan son casos aislados, y una prác tica concreta que ayudó a salvar de la deportación forzosa a centenares de negros, como sería la cono cida como «esclavos de la Iglesia». El detalle se ve confirmado con el fin de la presencia misionera en 1835, cuando los negros son deportados y los hospicios quedan abandonados y sumidos en la ruina.

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