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250 Miguel Anxo Pena González Los otros tres cursos preceptivos suponían ya el grado necesario que les abría las puertas para el estudio de la Teología. Era bastante frecuente que los teólogos, al tiempo que se introducían en el estudio ele la Prima artium, se apremiasen a la obtención del ma– gisterio en Artes, por el hecho ele ser compatible con el estudio del bachillerato en Teolo– gía. Eran tres cursos en los que se podían simultanear los estudios en ambas Facultacles 31 . No tenemos constancia ele que Ribera hubiera hecho uso ele este derecho, puesto que ne– cesariamente habría quedado reflejado en el libro ele matrícula del curso 1553-1554, don– de aparece exclusivamente lo que sigue: "Don Juan ele Ribera b<achiller> ar<tista> e se matriculó en theulugía" 32 . De igual manera sucede al año siguiente, donde consta su ba– chilleramiento teológico: "Don Juan ele Ribera b<achiller> ar<tista>, b<achiller>t<heó– log>º"33. De esta manera, parece que sus estudios filosóficos no dieron lugar a la obten– ción ele ningún otro grado académico salmantino. Los ESTUDIOS DE TEOLOGÍA A los tres cursos completos se debían añadir ahora ocho más para alcanzar el magis– terio en Teología. Un reconiclo largo y acompasado que aseguraba una formación asenta– da y amplia. El acceso a la Teología, mediante el control del bachiller en Artes, suponía que el estudiante llegaba a abordar los estudios teológicos con un bagaje y una metodo– logía que le permitirían avanzar en su formación ele una manera adecuada, especialmen– te en el esquema escolástico de las disputas. Para obtener el bachiller teológico era preciso cursar cuatro años completos, en los que se debían oír los cuatro libros ele las Sentencias de Pedro Lombardo y, ele ellos, dos ele Biblia. Esta era la práctica habitual, que luego sufría diversas variaciones, por razones múltiples, como podía ser el hecho ele validar cursos ele otras universidades, haber cur– sado en alguno ele los conventos incorporados al Estudio o, incluso, en razón del interés particular del estucliante 3 ·'. La práctica más frecuente era que los estudiantes, en los dos primeros años cursaran la Biblia -una año para el Antiguo y el otro para el Nuevo Testa– mento35- y, una de las cátedras de Prima o Vísperas; en los dos años restantes para la ob– tención del bachillerato las ele Prima y Vísperas. Al mismo tiempo, el alumno asistía a las cátedras ele regencia, por lo que también aquí tenía cierta flexibilidad en la configuración del propio currículum 36 . Al igual que para Artes, tenían que leer públicamente diez lec- baccalarii lectura. cum sic extra scholas legerit. per bedellum in scholis annuatim publice nuntietur". Ibid.• p. 189. 31 También aquí se intuye que la modalidad era amplia, como se deduce de las mismas Constituciones. pe– ro siempre que quedaran salvados los principios de oír y leer las lecciones, según los cuales "Volentes quod nullus saecularis vel religiosus non mendicans ad cursum pro baccalariatu in theologia, nisi baccalarius in artibus fuerit vel cursus et actus omnes qui ad eumclem gradum requiruntur peregerit... !bid., tit. 3 l. p. 203. 32 AHUSA, Libro de matrículas 1553-1554, vol. 273, f. 7r. " AHUSA. Libro de matrículas 1554-1555. vol. 274, f. Sr. 34 Los cinco años requeridos en 1422 y, por lo mismo, preceptuados por las Constituciones de Martín V se reducen a cuatro en el siglo xvr. Cfr. L.E. Rodríguez-San Pedro, La universidad salmantina del barroco, perí– odo 1598-1625. Régimen docente y atmósfera intelectual, II. Salamanca, 1986, p. 731. A estos años se refiere explícitamente. en 156 l. el agustino fray Juan de Guevara, cuando compite por la cátedra de Teología con el do– minico fray Juan de la Peña. Cfr. ABUSA. Expedientes de oposición a cátedras, 156/-1563, vol. 961, f. 128r. 35 La exposición del libro concreto que debía leer el maestro era escogido ad vota audientium, lo que po– nía, una vez más de manifiesto. la gran importancia de que gozaban los estudiantes en su propia formación. 36 Con el paso de los años, no deja de ser una posibilidad que la cátedra de Biblia, así como toda la forma– ción filológico-escriturística, no tuviera ya un papel relevante en el currículum de los teólogos escolásticos, por

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