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246 Miguel Anxo Pena González der acceder al grado de bachiller en Cánones, teniendo en cuenta que éste era el fin para el cual lo había enviado su padre. Los dos primeros años, según los Estatutos ele 1538 11 , los canonistas sólo podían oír Decreto y Decretales, al tiempo que precisaban, con todo detalle, cómo habían ele proce– der en las cátedras de Decreto 12 • Lo que correspondería a cinco catedráticos a los que Juan de Ribera tuvo que escuchar en estos años. El doctor Antonio de Aguilera, para el Decre– to y, dos de Prima y dos de Vísperas para las Decretales, correspondiendo las ele Prima a los doctores García del Collado y Juan de la Puebla; las de Vísperas, a Pedro Suárez y Juan Ciudad. Todavía cursaría un año más de Cánones, por lo que no llegaría a cumplir los requisitos necesarios para acceder al grado de bachiller. Esto explicaría que no se ten– ga constancia de su registro, amén de saber que los libros de esos años están perdidos. Por su parte, lo que se había de leer en las cátedras menores de Cánones, quedaba tam– bién perfectamente estipulado por los Estatutos 13 , ele tal suerte que se rec01Tieran las di– versas colecciones de Decretales. Esta formación se completaba con las cátedras cursato– rias, en las que Ribera pudo oír a Diego de Covarrnbias, a los doctores Francisco Yáñez de Frechilla y Luis Pérez, al licenciado Fernando Muñoz o a Gutiérrez Díaz de Sandoval. No hay duda que el autor más significativo sería CovmTubias que, en estos momentos, se encontraba todavía en la configuración de su cursus honorz1111 1 ". Al mismo tiempo, hay un dato indirecto que nos pone de manifiesto el cambio de orientación en los estudios de Juan de Ribera. Es el hecho de que no se preocupase de guardar copia de los manuscritos ele sus maestros en Cánones. Resulta sumamente llama– tivo que, un hombre tan meticuloso, que se preocupa ele obtener copia ele las lecciones ex– plicadas por los maestros teólogos más relevantes de esos años en Salamanca, al mismo tiempo, muestre un desinterés total hacia lo que fueron sus primeros profesores en Sala– manca. Con todo, -lo más llamativo y que va estrechamente unido a lo que acabamos de señalar- es que Juan ele Ribera no culminará esta primera etapa de formación salmantina accediendo al grado ele bachiller en Cánones. Su vida se entiende que tomaba nuevos rumbos y preocupaciones. Al mismo tiempo no podemos olvidar que los apuntes de cla– se ele las cátedras de propiedad, entre las diversas finalidades que podían cumplir, estaba también la de servir como material directo para la preparación ele las disputas que los alumnos estaban obligados a cumplir para acceder a los grados. Si el Patriarca había ido descubriendo que aquel no era su camino, era más comprensible que no se preocupase de obtener copias de las lecciones y apuntes. Es importante también tener en cuenta que, los alumnos tenían una gran libertad a la hora ele configurar su asistencia a las lecciones. En este sentido, era práctica habitual que los teólogos asistieran también a lecciones ele Derecho, tanto civil como eclesiástico, de igual manera que estos últimos participaban también a las lecciones ele teólogos. En la misma práctica entrarían también los artistas 15 • Este modo ele proceder quedará incluso 11 Cfr. Estatutos 1538, tit. XVII, 4, p. 155. 12 "Item el catedrático de Decreto lea doze o quinze hojas de Decreto y si quisiere passar más, que lo pue– da hacer y lea según su conciencia; y questas doze hojas sean continuadas o inleqJoladas como a él pareciere". lbid., XI, 8, p. 149. 13 !bid., tit. XII, pp. 150-151. 1 • 1 Acerca del mismo. cfr. A. Rigo Suredo M. Trufero Rodríguez, Vida y obrn de Diego de Co\'{[r/'llbias y Leyva, Madrid, 1967; F. Marcos Rodríguez, "Don Diego de Covarrubias y la Universidad de Salamanca", Sa/– manticensis 6 (1959), pp. 37-85; T. Santander, La biblioteca de don Diego de Covarl'llbias y Leyva, obispo de Ciudad Rodrigo y de Segovia y Presidente del Consejo de Estado (1512-1577), Salamanca, 2000. 15 A este respecto, afirmaba ya Beltrán de Heredia. poniendo las debidas restricciones, ya que sus números son siempre retóricos, distando mucho de la realidad: "... entre los oyentes de Vitoria se contaban gran número

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