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La libertad religiosa en la Edad Moderna: el juramento de Jacobo I de Inglaterra o o del soberano inglés estaba argumentando de una manera totalmente nueva; entendiendo como sinónimos dos conceptos diversos hasta ese momento: autoridad y poder. Plantea- das así las cosas, lo que tomará mayormente el lugar central será el poder. Por lo mismo, una concepción moral viene sutilmente sustituida por una concepción política, siempre al servicio de unos intereses. Pero aun con esta nueva concepción impuesta seguía manteniéndose una estrecha relación entre la esfera de la conciencia y de las convicciones personales, que no tienen que ver con la esfera pública. Se trataba, por tanto, de una defensa de la conciencia individual o grupal, frente a imposiciones injustas, de cualquier tipo o contexto que pudieran provenir. No cabe duda que, de esta manera, la desobediencia civil se configu- raba y, por lo mismo, así ha de ser también comprendida; como una de las herramientas fundamentales del Estado democrático de derecho. Precisamente llama la atención que fuera en el contexto inglés y con una estructura de gobierno tan consolidada, como la del Parlamento, que se pusiera en marcha un arma tan eficaz. Hacemos hincapié en este detalle, puesto que pone en evidencia que no se trataba propiamente de un problema político, sino abiertamente religioso. Así lo ponía de manifiesto el mismo Francisco Suárez, afirmando que era una realidad que había comenzado con Enrique VIII, conti- nuando durante los reinados de Isabel y Jacobo. El ejemplo propuesto, con gran lógica, es el de Thomas More, manifestando que la muerte de aquel hombre justo había sido consecuencia directa de sus creencias . Como pone de manifiesto Álvaro Silva, Moro no era un hombre ingenuo, sino que era consciente de los límites que existían en la pro- pia Iglesia: “… había criticado obvios abusos eclesiásticos, desde los más vulgares hasta la arrogancia espiritual que crecía en la cúpula del poder jerárquico, favorecida por el clericalismo reinante y la mezcla de lo político y lo religioso, y, como otros humanistas cristianos, reconoció la necesidad urgente de una renovación profunda tanto en la Iglesia como en la sociedad” . El político inglés estaba convencido que la actitud de Enrique VIII todavía tenía solución, lo pone de manifiesto manifestando su manera de pensar. "TÓ FO VOB DBSUB EJSJHJEB B 5IPNBT $SPOXFMM EFTEF $IFMTFB FM EF NBS[P EF expresa su interés por una posible reconciliación. Sus palabras resultan especialmente documentos y nos deja vislumbrar su sentir conciliarista: “… pienso, en mi modesta opinión, que no avanzará mucho la causa de su majestad si pareciere derogar y negar en su propio reino, con libros o con leyes, no sólo la primacía de la sede apostólica sino también la autoridad de los concilios ecuménicos. Confío de verdad en que no sea esto lo que su majestad intenta, porque puede ocurrir que en el próximo Concilio general este papa sea depuesto y sea nombrado otro con quien el rey puede entenderse bien” . Cf. F. Suárez, De iuramento fidelitatis 9* Cf. A. Silva, “Introducción”, en T. Moro, Últimas cartas (1532-1535) #BSDFMPOB "DBOUJMBEP Q T. Moro, Ibid.

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