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Homenaje a D. José Román Flecha Andrés o o discusiones medievales de la Iglesia y del Imperio. Por su parte, Jacobo I extremará la tesis imperialista, defendiendo la supremacía civil y religiosa de la corona inglesa contra los decretalistas pontificios capitaneados por la postura doctrinal de Enrique de Suso, cardenal Ostiense, que hacían del Papa jefe supremo del Universo en lo temporal y en lo eclesiástico. Eran, por tanto, dos posturas que no lograrían un punto de encuentro desde el cual dialogar. Suárez recogió las enseñanzas de la tradición cristiana y primitiva, siguiendo a Fran- cisco de Vitoria, deduciendo hasta el fin la distinción entre los derechos políticos de los pueblos organizados en Estados y de las naciones estructuradas con nuevas organizacio- nes sociales comunitarias, como se habían conocido en España y en el Occidente antes de la invasión romana; reiterándose una situación similar en el Norte de España con el hundimiento de la monarquía visigoda. Al mismo tiempo, en su Principatus politicus Suárez se basa en el conocimiento que tiene de las vicisitudes históricas de la organización social primitiva peninsular. Las orga- nizaciones prepolíticas occidentales serán las que den sentido a la organización propuesta por Suárez en su Defensio $PO MB QVCMJDBDJØO EF TV PCSB FO +BDPCP * DPNFO[BSÈ una nueva campaña de ataque directo a Roma. Precisamente, por ello, promoverá que la obra de Suárez fuera refutada por los doctores de Oxford, conjuntamente con la de Belarmino, siendo la obra quemada en Londres y prohibida en toda Inglaterra. No cabe duda que era otro modo de control de la libertad religiosa. El de los impresos que hacían caminar la ideas y llegar hasta espacios privados, difícilmente controlables por el poder. La justificación de quemar la obra, será nuevamente por medio del recurso al argumento del tiranicidio. Gerson y la Sorbona habían mantenido tesis bastante próximas, pero no IBCÓBO HFOFSBEP QSPCMFNB Z TFSÓBO EFGFOEJEPT FO QPS 5BORVFSFM FO 1BSÓT "TÓ EF sorprendentes resultan los hechos. El absolutismo de Jacobo I y de la Corte de Francia exigían del pueblo la plena impunidad para los desafueros regios. Suárez argumentaba la invulnerabilidad del Dere- cho, contra todo delito, tanto del pueblo como de la realeza. Las posiciones defendidas por Jacobo I exigían y asediaban a la nobleza por diversos fines, generando conflicto con el pueblo, en virtud de unos fines superiores y absolutos, al amparo del pensamiento tradicional de la Iglesia. Las ideas de Suárez, con gran éxito, servirán para justificar actitudes por medio de las cuales romper el poder establecido . Por contraposición a la postura del soberano, el concepto suareziano de pueblo se mantiene en los principios eternos y absolutos de la sociabilidad humana . El pueblo como tal, prescindiendo de toda configuración política y entendido en toda su univer- salidad conforme a la revelación cristiana, tiene un valor anterior a la autoridad humana F JOEFQFOEJFOUF EF FMMB : FO MÓOFB EF QSJODJQJPT BM QFSGFDDJPOBNJFOUP TPDJBM QSPHSFTJWP en el orden natural deben servir como medios las diversas estructuras políticas y jerár- Como ya hemos señalado antes, los ejemplos son múltiples. Cf. F. Suárez, Defensio fidei ** Id., De iuramento fidelitatis 7

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