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La libertad religiosa en la Edad Moderna: el juramento de Jacobo I de Inglaterra o o Lo peculiar del juramento de Jacobo I era su propuesta e intento de pasar de lo ins- titucional, como era común en los problemas medievales, a ser algo personal y unilateral transformado en instrumento del engrandecimiento regio. Un soberano con poderes casi absolutos que, incluso podía disponer de la vida o muerte de sus súbditos, y todo ello justificado a partir de sus creencias religiosas, así como de los comportamientos ético-morales deducibles de las mismas, que tenían en la conciencia recta, la máxima expresión de la misma. En razón de su proceder, en el que no se respeta siquiera lo más íntimo de los espa- cios alternativos y propios, Jacobo I será considerado como aquel que vuelve a dividir la Cristiandad, haciendo del juramento un vínculo por el cual quedaran los príncipes cristianos conjurados en una guerra común contra la unidad de la Iglesia representada por el Papa. Por lo mismo, no era sólo un intento por ampliar los seguidores de su causa, sino que esto de manera activa era un enfrentamiento manifiesto hacia Roma y la catolicidad. No era ya posible siquiera una reconciliación política, puesto que se entendía que la religión caminaba también de la mano. Al mismo tiempo, al fomentar la parcelación religiosa de Occidente, Jacobo I estaba modificando el concepto clásico de pueblo. La sociedad clásica medieval que era unitaria y jerárquica, aparecía transformada en razón de dicho juramento. El centralismo de Jacobo I, además, se sustentaba sobre el debilitamiento de la nobleza y de la Iglesia, por lo cual se rompía el principio clásico que había sustentado el Antiguo Régimen, que se basaba en la compensación de poderes, no permitiendo que la fuerza recayera en un solo individuo, aunque éste fuera el propio rey de Inglaterra. Precisamente por ello tendrá lugar, más tarde, una subversión social de fuerte calado. Suárez denunciará atentamente el peligro de una política absolutista pero, aquella sociedad en razón del traslado y uso de lo religioso para la política de Estados no com- prenderá sus matices y consecuencias posibles, desprestigiando la defensio fidei . Bajo la unidad del Sacro Imperio, controlado primero por los papas, y después con el equilibrio de fuerzas del Renacimiento, los pueblos adquirieron conciencia de cons- tituir una potencia capaz de actuar en la política, dominada clásicamente por la realeza y el sacerdocio. La consecuencia concreta será que, la persecución de Jacobo I no forta- lecerá la monarquía, sino que le dejará al descubierto, en razón de haberse ésta opuesto radicalmente al contrapeso de la nobleza frente al pueblo. Aquellos que podían salir en su auxilio, en cualquier conflicto social. La acción antipapista de Jacobo I, se desarrollará fundamentalmente en dos épocas: &TUF QSPDFEFS MF BZVEBSÈ B BGJBO[BS NPNFOUÈOFBNFOUF TV política anglicana pero no como él había proyectado, puesto que logrará la asimilación BOHMJDBOB NÈT BMMÈ EF MPT MÓNJUFT EF TV SFJOP : QPS UBOUP TØMP FO MPT FTQBDJPT RVF FSBO directamente controlados por su poder despótico y absolutista. Por otra parte, en esa primera etapa no logrará el apoyo que pretendía alcanzar de los príncipes católicos. Lo singular de Suárez será su audacia para entreverar la fuerza social del pueblo. No se puede tampoco olvidar que, su teoría sobre la ordenación político-social corona las

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