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Homenaje a D. José Román Flecha Andrés o o conjunto de la sociedad, por las estrechas implicaciones que tenía en la organización y surgimiento de los diversos Estados, que ahora se iba desgajando, en razón de la progresiva influencia y beligencia de la Reforma y de sus seguidores. Esa realidad el jesuita la plantea en el análisis atento de sus tres problemas fundamentales: la conciencia individual, las relaciones del Estado con la Iglesia y las relaciones del poder con el pueblo. No cabe duda que el problema de la conciencia individual ha preocupado desde Jacobo I a un número significativo de intelectuales y pensadores de muy diversa ideología y orientación . El absolutismo y despotismo pretendían adueñarse de dicha conciencia, como si de un arma invencible se tratase, desde la cual controlar y dirigir al pueblo en sus múltiples tomas de postura y de dirección. El juramento de fidelidad afectaba más a las relacio- nes Iglesia-Estado que al pueblo, que seguía al soberano sin crearse mucho problema, pero abría una puerta que, difícilmente, podría ser cerrada, dejando poco margen de movimiento para devolver las cosas al estado anterior. Precisamente por ello, Suárez se preocupó especialmente del problema de la conciencia, entendiendo que era una cues- tión esencial y que de no ser abordada, tendría unas consecuencias sociales y de trascen- dencia difícilmente salvables. Planteaba y removía, incluso la visión antropológica y, por lo mismo, el concepto de hombre que se proyectaba y se defendía. Hacer caso omiso y permitir injerencias como las de Jacobo I, por otra parte, suponía negar elementos esen- ciales de la visión cristiana del hombre, que había incluso permitido proponer y hacer efectiva una distribución social, que no era la típica de la tradición greco-romana, sino que había roto con los principios de una distribución social de clases. La violencia con que se aplicó el juramento abrió un nuevo capítulo en la historia de las persecuciones inglesas y el martirologio inglés. Belarmino y Suárez defendieron esta carácter martirial, de la muerte por resistir a la prestación del juramento. Algo que harán todos los teólogos de su tiempo, que proyectaba la interrelación de diversos niveles de vida. Pero, como hemos dicho, el juramento afectaba a la relación Iglesia-Estado y, precisamente por ello Suárez retomará toda la justificación medieval, que consistía fundamentalmente en argumentos bíblicos, canónicos e históricos que habían ido ela- borando y confrontando todos los controversistas. El cristianismo exigía que, para que un juramento fuera lícito, se adecuara a la verdad, al derecho y a la justicia; además, los pontífices romanos intervendrán como protectores de la religión para el cumplimiento de esta triple condición. Debían también vigilar por el respeto a dicho juramento, en esa triple propiedad. Cf. F. Suárez, De iuramento fidelitatis 7* &O FTUPT DBQÓUVMPT SFTQPOEF B +BDPCP * FOUFOEJFOEP que el título del juramento demuestra que éste es arbitrario, pero con una intención precisa; el poder identificar a los católicos, en aquellos reinos. Además, teniendo en cuenta el anterior juramento, se pone de manifiesto que la intención del soberano es ocupar el primado en el ámbito religioso y, por lo mismo, renegar del poder del Papa. Por último, Suárez se detiene en identificar la terminología errónea y manipulada, al tiempo que, nuevamente, afirma que el poder civil ha de estar subordinado al religioso.

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