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gran suma que le contribuye, y ninguna prohibición será bas- tante para que dejen de introducirse, siendo la necesidad dellos inexcusable” 13 . Por su parte, el capuchino todavía tendrá fuerzas para dirigirse al rey en enero de 1688, haciendo constar la exis- tencia en las Indias de “ministros que en lugar de mirar por su Real Corona y por los pobres que Dios a vuestra Majestad ha encomendado” 14 , se dedican a sus propios intereses. No parece que el misionero recibiera respuesta. De esta suerte, y sin pretenderlo, Francisco José de Jaca entra también de lleno a ser uno de los personajes que influ- yen en la política española de finales del siglo XVII. Sin olvi- dar que su influencia fue todavía mayor, debido al interés y esfuerzo por parte del Estado en silenciar y ocultar su pos- tura. Ésa será la batalla en la que se mantendrá la Corona respecto del capuchino aragonés hasta el final de su vida. PREDICADOR Y MISIONERO COMPROMETIDO Francisco José es educado con el estilo de predicación propia de los capuchinos, donde el ejemplo de vida se cons- tituye en el elemento fundamental, aun antes que la propia palabra. Una predicación sencilla por su lenguaje y muy cer- cana a la realidad vivida por el pueblo. El aragonés, antes de pasar a América, se ejercitó en la labor principal de los capu- chinos que estaba totalmente centrada en la predicación popular. La primera referencia precisa sobre su predicación la tenemos en La Habana, en referencia a la ilicitud de la esclavitud de los esclavos negros: Que los negros que se traen a vender y se tienen por escla- vos, son libres y que están obligados los poseedores a dar- les luego y a sus hijos libertad y restituirles lo servido, negando la absolución sacramental en las confesiones a los que no prometían darles luego la libertad 15 . La noticia nos está hablando de una predicación valiente y profética, capaz de producir un auténtico vuelco en la sociedad hispana. Una predicación marcada desde la Escri- tura, con implicaciones morales concretas en la vida diaria. Su postura personal en este punto asevera una predicación en total consonancia con la realidad en la que vive, capaz de dar respuestas sin perder en ningún momento su carácter profético. La segunda alusión sobre su predicación nos aparece de su propio puño y letra, a través de la serie de pláticas que le fueron requisadas en La Habana y que se encuentran en el Archivo de Indias. Se trata de un grueso número de sermo- nes y notas para éstos, centrados fundamentalmente en casos de conciencia y asuntos morales. Jaca se siente predicador y enviado, miembro de un grupo que debe facilitar y propiciar la superación de toda culpa y agravio. Esa imagen presenta ya en las primeras car- tas escritas al rey desde Caracas, y la manifestará más tarde en carta al provisor general de La Habana: Y, en fin, los predicadores no habemos de atender a reme- dios de futuros contingentes de los superiores a quienes de justicia les toca, y no a nosotros, sí sólo a la reprehensión de las actuales culpas, agravios o injusticias mañana remé- diense o no se remedien 16 . Su labor concreta y material como misionero allende los mares es muy corta en el tiempo, pero sumamente intensa por las consecuencias derivadas de la tarea emprendida. Como cualquier misionero enviado por el Patronato Regio, su quehacer estaba centrado en la pacificación de los pueblos autóctonos y la cristianización de éstos. Al mismo tiempo, tenemos pruebas de su interés por atender también a la población de las villas de españoles. Como hombre abierto a la realidad, se deja impactar por todo lo que ve y descubre en Cartagena de Indias y Caracas. Su sensibilidad y sentido del deber le obligan a tomar partido ante tal situación y, con este motivo, empieza a cumplir con su tarea de misionero y anunciador del Evangelio. Mientras otros grandes misioneros cumplieron un fabu- loso papel como evangelizadores, historiadores, investigado- res, científicos…, Francisco José de Jaca, en una clara línea profética ya asumida por otros misioneros, como fue el caso de los dominicos Antonio de Montesinos y Bartolomé de las Casas, consigue que la esclavitud comience a ser cuestio- nada y no mantenida sin más, con el único criterio del bene- ficio lucrativo de un reducido grupo de familias. La ingente tarea evangelizadora requería también no sólo de hombres que fueran capaces de crear grandes misiones y fundar nue- vos pueblos…, de educar en la fe católica a los naturales, sino que necesitaba también de hombres capaces de desen- mascarar las injusticias e irregularidades que impedían mos- trar el valor de la dignidad del ser humano. ROLDE 116 _ 12 13. Ibídem, f. 4v. 14. Fr. Francisco José de Jaca al rey Carlos II (22-1-1688), en APF, SC. America Meridionale , vol. 1, f. 317r. 15. D. Francisco de Soto Longo al rey Carlos II (3-7-1682) , en AGI, Audiencia de Santo Domingo , leg. 527, f. 5r-6v. 16. Fr. Francisco José de Jaca a D. Francisco de Soto Longo (8-11-1681) , en AGI, Audiencia de Santo Domingo , leg. 527, f. 68r.

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