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situación. La causa es movida fundamentalmente por el Con- sejo de Estado, el de Indias y los oficiales que dependían de ellos. El asunto de los capuchinos traídos de La Habana pro- ducía fuertes recelos y no dejaba impasible a nadie. Se impo- nía tomar partido a favor o en contra. Con mucha diplomacia el nuncio logra que de Cádiz sea trasladado a Sevilla, para evitar llamar la atención, y que poco a poco se pudiera acer- car a la corte. En aquella ciudad es recibido por el arzobispo, quien escribirá luego al nuncio explicando su opinión sobre el asunto, que resultará ser en todo momento favorable a la actitud liberadora y antiesclavista del misionero aragonés. La misma atracción provocada por éste en sus interlo- cutores genera, en gran número de ellos, un apoyo incondi- cional a su persona e ideas, lo cual le abrirá infinidad de puertas, que le permitirán entrar en relación con sectores de gran influencia en la corte. Entre las personas que se que- daron realmente fascinadas por las ideas defendidas por el capuchino se encuentran, además del arzobispo de Sevilla, el obispo confesor de Carlos II, el duque de Medinaceli o el marqués de Santillana. En marzo de 1683, es el confesor real quien dirige una consulta al Consejo de Estado sobre el asunto de los dos reli- giosos capuchinos. Era una prueba más de la importancia que había cobrado el asunto, y una vía segura para llegar directamente al rey. Por fin, en los primeros días del mes de agosto, el nuncio tiene noticia de la llegada de Jaca a Madrid. Esto hace que en la corte se vuelvan a poner nerviosos, logrando que, después de que el nuncio le tome declaración, sea trasladado urgentemente a Valladolid. – Roma: una nueva oportunidad Allí permanece durante ocho meses, hasta que recibe autorización para regresar a Aragón, con la restricción de no pasar por la corte, detalle sumamente significativo y que da cuenta de la tensión todavía existente. Antes de que llevara un año en Aragón se traslada a Roma, con la firme intención de informar detenidamente de todo lo que está ocurriendo en América. En marzo de 1685 su asunto es abordado en la Congregación de Propaganda Fide, en su afán por conocer realmente la situación vivida por los misioneros y los abusos frecuentes del Patronato Regio. La corriente innovadora abanderada por Francisco José de Jaca cuestionaba radicalmente toda la férrea estructura en Indias y las consecuencias ante la maltrecha economía española eran bastante evidentes. Por otro lado, las posturas tan poco transparentes mantenidas por los eclesiásticos en La Habana referían directamente a la excomunión de todos aquellos que habían abusado de sus derechos contra los misioneros. ROLDE 116 _ 8 ción en el caso los abusos a que han sido sometidos. Con este fin escribe en compañía de Epifanio de Moirans a Roma y al nuncio de España, presentando su situación y los hechos acaecidos. Con toda lógica, Jaca tuvo que esperar a verse libre del poder civil para recurrir ante las instancias que consideraba competentes en el tema. La respuesta por parte de éstas no se hace esperar y el nuncio quiere dialogar personalmente con él en Madrid, aunque se encuentra con un fuerte muro que dificulta esta posibilidad: el Consejo de Indias y el de Estado. Se veía con claridad la reticencia de los oficiales eclesiásticos para ejecutar la sentencia del cardenal, mos- trando mayor atención a los intereses del rey. Para aquel momento, la Congregación de Propaganda Fide estaba ya informada, con toda minuciosidad de deta- lles, de los pasos que se habían ido dando. Su problema es estudiado en Roma los primeros días de noviembre. La con- signa era clara: evitar todo conflicto con el rey, pero buscar la manera más adecuada para que el P. Jaca pudiera llegar a Roma e informar de lo que estaba ocurriendo en las Indias. Por parte de la Corona y sus dependencias, se pone en mar- cha todo un proceso de control riguroso, como lo requería la

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