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su carta, así como la fecha y contenido de éstas. De ellas se colige que lo por él significado no era algo nuevo, sino que ya había sido reclamado por las autoridades civiles y eclesiásti- cas de aquella provincia. La intención de fondo estaba en precisar las condiciones y características de las encomien- das, para que los encomenderos no siguieran abusando de los indios. Distingue claramente entre lo que el rey ha dis- puesto y lo que se ejecuta en sus vastos dominios, con lo que evita entrar él personalmente en polémica y manifestar las dificultades existentes. Años después, con relación a la esclavitud de los bozales, ya no estará tan preocupado por su situación personal, ya que enfrentará todas las consecuen- cias directas que se pudieran derivar de su postura personal. Señala brevemente los abusos por los que han sido soli- citadas estas cédulas. Manifiesta que aun ahora siguen sin ser cumplidas, recurriendo para ello al testimonio del provi- sor y vicario general de Caracas, quien afirma habérselo noti- ficado, dándole ejemplos concretos que demostraban que los tribunales no hacían frente a estos abusos. Él mismo los considera tan desagradables que no conviene referirlos por escrito. Se autoproclama abogado y defensor de los indios, ana- lizando los principios que utilizarán sus adversarios. Así, acerca de aquellos que sostienen que se corre el peligro de un levantamiento por parte de los indios, no habiendo manera de averiguar nada sobre este asunto, él responde ser todo falso. La razón es lógica, pues si se hubiesen ejecutado las cédulas reales, por ser los indios fieles vasallos del rey, se habría evitado toda esta duda, alcanzándose mayores frutos de las misiones, puesto que los misioneros no se habrían tenido que dedicar a actuar como legados de la causa indiana. La defensa de los indios la convierte en ataque directo contra los encomenderos y está convencido de la necesidad de llamar a las cosas por su nombre, identificar las maldades ROLDE 116 _ 14

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