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29 Boletín Americanista , año LXIII . 2, n.º 67, Barcelona, 2013, págs. 11-32, ISSN: 0520-4100 pues a cualesquiera otros que no sean del reino y desconozcan las condiciones del reino se les llama forasteros» (Zapata, 2004 [1609]: 233 [ pars II , cap. 8, § 7]). Si había dado importancia a las cualidades de todos los candidatos, pone mayor énfasis en los destinados a ejercer el episcopado en Indias, insistiendo en que sean hombres doctos y de ciencia, por la necesidad que hay en aque- llos lugares de la predicación de una recta doctrina cristiana. Entiende, además, que «para administrar aquellos episcopados del Nuevo Mundo, en donde están expuestos a mayor peligro por hallarse muy alejados de la compañía y consejo de los demás. Los errores, en efecto, que cometen los indoctos en el desempe- ño de su oficio nunca o tarde se corrigen. Y como las ovejas son tiernas, sería temeraria la elección para ellas de un pastor que no supiera proporcionarles re- medio pronto y seguro» (Zapata, 2004 [1609]: 241 [ pars II , cap. 9, § 2]). A la hora de proponer nuevos obispos, considera que han de ser preferidos los teólogos, como los más idóneos, frente a los canonistas o expertos en dere- cho. No se trataba de algo nuevo, sino que era la doctrina del Concilio de Tren- to, mostrando una fuerte sensibilidad pastoral que él vive intensamente, pues es «imprescindible que se escojan obispos que puedan proporcionarles el pas- to necesario y conveniente» (Zapata, 2004 [1609]: 255 [ pars II , cap. 10, § 4]). Pero, en la atención particular a los más necesitados del Evangelio, considera parti- cularmente a los indios, proponiendo algo que objetivamente era incuestiona- ble: el conocimiento de las lenguas indígenas, que le servirá como argumento para evidenciar al indigno. En este caso se muestra especialmente sugerente: «Pienso, sin subterfugio alguno ni piadosa (por no decir inocua) interpretación que deben tenerse por indignos de que se les encomiende dicha cura de almas los que ignoran el idioma y lengua de los indios, sobre todo en algunas partes de aquellos reinos donde los obispos tienen que instruirlos de una manera direc- ta con su propia presencia, enseñarles la sana doctrina e invitarlos con la pala- bra, la predicación y el trato asiduo con ellos a llevar una vida honrada; que este es el oficio del Padre y Pastor» (Zapata, 2004 [1609]: 165 [ pars II , cap. 3, § 16]). En este sentido se mostrará implacable, recurriendo a la argumentación teoló- gica y canónica, para insistir en la necesidad del conocimiento de las lenguas para que el candidato pudiera ser considerado idóneo. En relación con el nombramiento de párrocos y doctrineros defenderá tam- bién idéntica postura, considerando que la colación debe ser para el más digno de los propuestos, en aplicación de la doctrina común extensible a todo be- neficio eclesiástico y, por supuesto, a tenor de sus opiniones, en igualdad de condiciones, la preferencia ha de ser para los nacidos en Indias. Con todo, a di- ferencia del caso de los obispos, no entra en una ejemplificación y casuística concreta. Sí aprovechará para recordar que los obispos están obligados a nom- brar al primero de la lista propuesto por los patronos, aunque los méritos sean iguales entre los dos presentados, «para no defraudar a los patronos en su de- recho de presentar el que ellos hayan querido entre iguales» (Zapata, 2004 [1609]: 271 [ pars II , cap. 12, § 12]).

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