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San Juan de Ávila: maestro para todo el pueblo 134 135 las cuestiones físicas o constructivas —algo que estará también presente en la vida de San Juan de Ávila—. Entre sus preocupaciones estaban los temas america- nos: los derechos de los indios, el problema del dominio, las guerras de conquista o, en la misma línea, la preocupación por la situación que sufrían los pobres en Castilla. Es probable, por tanto, que la relación entre ambos no fuera solo fruto de una inquietud intelectual maestro-discípulo, sino que, en la misma, estuviera presente esa sensibilidad social que acompañará durante toda su vida al santo manchego. Al mismo tiempo, sabemos también que otro de sus maestros será Juan de Medina, que explicaba en la catedral de nominales, que tendría en Alcalá una importancia singular, por la categoría que le confiere Cisneros. Este maestro expli- caba a partir de Gabriel Biel, autor especialmente valorado por Juan de Ávila a lo largo de toda su vida y que tenía un carácter ecléctico, manteniéndose al margen de las disputas de escuelas. Tuvo una estrechísima vinculación con la devotio mo- derna, lo que le confería un carácter práctico e intimista, que resultaría atrayente al maestro Ávila. Al mismo tiempo, no se puede perder de vista la importancia que en la Universidad de Alcalá, a lo largo de estas décadas, va a tener Erasmo de Rotterdam. Precisamente, en 1525, las prensas de Alcalá de Miguel de Eguía estaban publicando ejemplares del Enchiridion en latín, del De libero arbitrio o de la Paraphrasis a los cuatro evangelios, a las epístolas de los apóstoles, entre otras. Un año más tarde le correspondía el turno a la edición castellana del Enchiridion . No es posible pensar que esta sensibilidad, tan viva y fresca, no tuviera una especial influencia en la configuración y formación del futuro presbítero. Por otra parte, sabemos cómo por medio de sus correspondencias recomendará a sus discípulos libros de Erasmo, al tiempo que le cita de manera directa e indirecta en su obra. No cabe duda de que esta sensibilidad amplia, de corte intimista, con una clara proyección práctica, bebía también de la experiencia de estos y otros auto- res. Su maestro Juan de Medina, por otra parte, estaba vinculado con la teología escolástica, pero mostraba especial sensibilidad también hacia un hombre como imagen e hijo adoptivo de Dios, al cual era necesario ayudar y servir, para que vi- viera en su adecuada dignidad, abriéndose ya, de esta manera, a una metodología teológica práctica, que acompañará a Ávila toda su vida. Algo que él mismo refle- jará atentamente, en diversos momentos y obras, pero que aparece singularmen- te expresado en el Audi, filia cuando afirma que «para lo mucho y para lo poco vuestra confianza primera sea en nuestro Señor, y la postrera los medios». Cuando aún no había concluido su etapa alcalaína, después de seis años de estudio en Alcalá, vive la experiencia de la muerte de sus padres. El hecho debió de ser leído como una oportunidad para la entrega definitiva a la causa del Reino de Dios. Por eso mismo, antes de culminar los estudios de Teología —habiendo obtenido el grado de bachiller—, en 1526, se ordena de presbítero, volviendo a
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