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San Juan de Ávila: maestro para todo el pueblo 132 133 para una familia que provenía del judaísmo, y que no dejaría de ser mal vista, en razón del acomodo económico de que gozaban. En 1513 marcha a la ciudad del Tormes para estudiar en su universidad lo que era más propio y característico de la misma: el Derecho. Era, no cabe duda, una oportunidad para lograr, más adelante, un puesto burocrático acomodado. Es esta una etapa poco conocida de la vida del maestro, pues, aunque se sabe que allí permaneció cuatro años, no tenemos datos precisos de qué estudió. La edad era la propia del tiempo para que un estudiante comenzara los estudios de Artes, después de haber demostrado ya su idoneidad, pues se entiende que en su pro- pio pueblo habría realizado los estudios de primeras letras y de gramática. Sí parece claro que vivió una fuerte crisis, que comenzó en el contexto universitario, posiblemente vinculada al objeto de estudio al que su padre le había encauzado. En este sentido, aunque la orientación salmantina de las leyes era la del mos italicus, que suponía la aplicación práctica de las mismas, Ávila no se debía, de sentir muy atraído por aquel mundo, un tanto distante de su sensibilidad per- sonal, más dada al encuentro personal. Él mismo, años más tarde, afirmará: «Para qué se me daban a mí las negras leyes». No es muy difícil imaginar que el joven estudiante pudiera tener una visión del modelo de vida universitario, muy afín al de otros hombres de su época, que lo identificaban por su falta de disciplina, así como por la amoralidad de profesores y estudiantes que, como grupo corpora- tivo que era, solo se preocupaban de sus privilegios y derechos. Se entiende así que, en 1517, regrese a Almodóvar del Campo, donde mantendrá vida retirada y de oración durante tres años. Aquí queda un profundo interrogante que no es posible solucionar, la pregunta acerca de qué leyó a lo largo de esos tres años de apartamiento. Es seguro que si pudiéramos conocer sus libros de cabecera, en- tenderíamos mejor los pasos dados con anterioridad y posterioridad. En 1520, animado por un predicador franciscano, decide ir a la Universidad de Alcalá a estudiar Artes y Teología. Dicho religioso debió de mediar también con su padre para que este accediera al cambio de rumbo en la vida de su único vástago. No cabe duda de que el nuevo proyecto estaba en perfecta conformidad con su carácter particular. De esta manera, se traslada a una universidad con una marcada sensibilidad espiritual, donde solo era posible cursar estudios eclesiásti- cos y en la cual, por mandato expreso del cardenal Cisneros, no había estudios de Leyes. Por otra parte, el propio proyecto de un colegio-universidad gozaba de los derechos concedidos a las universidades de Salamanca y Valladolid, al tiempo que la estructura organizativa del colegio se vinculaba con los modelos del Colegio de San Bartolomé de Salamanca y de San Clemente de Bolonia. El hecho conjunto suponía el intento de superación de los errores de las universidades clásicas, por medio de un control y seguimiento permanente de profesores y alumnos, y que tendría como fruto una formación mucho más exhaustiva y concreta. Era, en defi-
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