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San Juan de Ávila: maestro para todo el pueblo 144 145 a partir del modelo fundado en Gandía, el maestro Ávila tenía plena conciencia de crear diversas estructuras educativas, que sirvieran de plataforma para la edu- cación de los infantes y jóvenes, así como para el desarrollo social y ético de la población andaluza. Era, por tanto, un proyecto pensado, pero que no respondía a la tradicional y consabida institucionalización de las obras, por medio de un tronco común, sino que su proyecto educativo estaba construido a partir de instituciones independientes, que no estaban solo vinculadas con él, sino en relación con mu- chas otras personas que atendían al proyecto, ya fuera por medio de su dedica- ción académica o económica. En 1556, se publica en Alcalá, sin su autorización, el Audi, filia, apareciendo recogida, tres años más tarde, en el catálogo de libros prohibidos promovido por el inquisidor general Valdés, por lo que San Juan de Ávila se dedicará atentamente a reformar el libro, que, por diversas causas, no verá la luz hasta 1574. En ese mis- mo contexto, en 1561, escribirá el Segundo Memorial para el arzobispo Guerrero, que prepara su viaje para la tercera y última etapa del Concilio de Trento. Dos años más tarde, como fruto directo del propio Concilio, el obispo de Córdoba celebra un sínodo diocesano y, ante la incapacidad de Ávila para desplazarse a Córdoba, se vale de un clérigo, el licenciado Gómez, para que se lea en el mismo una plática sacerdotal suya. Era, por tanto, una manera de hacerse presente. En los años siguientes, el obispo de Córdoba vuelve a solicitar su colabora- ción científica, en esta ocasión para el sínodo provincial, que deberá convocar por la ausencia forzada del primado de las Españas, el arzobispo de Toledo, fray Bar- tolomé de Carranza. En dicha tarea contará con la ayuda del licenciado Gómez. Con este fin escribirá las Advertencias para el concilio provincial de Toledo, ahondan- do en las mismas ideas, siempre desde lo concreto. 6. confirmación de su santidad y magisterio Al tiempo que su salud se va viendo mermada, sigue haciéndose presente en múltiples acontecimientos de la vida social y religiosa por medio de su corres- pondencia. Ejemplo de ello es que el 12 de septiembre de 1568, en que escribe a Teresa de Jesús, le da cuenta de haber examinado su Libro de la vida. Ella se lo había enviado con la intención de que él, como un renombrado maestro de vida espiritual, sería capaz de discernir y valorar su obra, en razón de las discrepancias acerca del mismo. Ella experimentará un profundo gozo con la carta del maestro, en la que le muestra su parecer favorable: «El maestro Ávila me escribe largo y le contenta todo», dirá ella.
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