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San Juan de Ávila: maestro para todo el pueblo 142 143 ejemplo de estos frutos es el ingreso en la Compañía de Jesús de gran parte de sus discípulos y, al mismo tiempo, el que el propio Ignacio de Loyola se interesase por su entrada en su orden. Él, con todo, seguirá firme a su proyecto, posiblemen- te también como fruto de haber abandonado ya antes una orden religiosa, aun- que no tenemos más datos de ello. Desde el año 1551 comienzan a visitarle los achaques, como fruto de la edad y de una vida de profunda entrega y sacrificio. Esta será la causa que le impida acompañar al Concilio de Trento a su amigo y compañero en Alcalá, don Pedro Guerrero, que, en este momento, ocupa la sede arzobispal de Granada. Por este motivo y con el fin de colaborar activamente en la reforma de la Iglesia, es- cribe para uso del prelado un Memorial de reforma, en el que Ávila pone de ma- nifiesto que el conocimiento y el encuentro con Cristo es una puerta que llevará luego a acciones concretas. De esta manera, combina una espiritualidad trinitaria y eclesial, que tiene su vértice en la caridad. Era una propuesta de reforma desde el mismo corazón de la Iglesia, que tenía así un acento peculiar y de interioridad. Algo en lo que él insistirá especialmente: «Que se tenga en cuenta no solo que sepan la doctrina cristiana de coro, mas que la ponga en obra, pues va mucho en que se acostumbren a ser virtuo- sos… Si la Iglesia se ha de reformar por aquí ha de ser el principio y este bien fundado es más que la mitad de la obra». Al mismo tiempo seguirá predicando y trabajando activamente para lo- grar la creación del Estudio General en Córdoba. En 1553 logra la fundación de dicha institución, que compartirá edificio con el nuevo colegio de la Compañía. Y, aunque su salud está ya mermada, continúa entregado a la predicación popular. El ejemplo más significativo de esta época es nuevamente una gran misión po- pular que se extenderá no solo a Andalucía, sino también a Castilla-La Mancha y Extremadura. Las insistencias de los jesuitas le llegan, desde diversos personajes y lugares, intentando poder contar con él para el gran proyecto de la Compañía. Él mismo San Ignacio afirmará que su entrada «traería tras sí mucha cosa en Ávila». Pero él se muestra ya como promotor de una vida cristiana y, por lo mis- mo, de una espiritualidad a la medida de una sociedad donde la población más numerosa y necesitada de atención son los laicos. A ellos, laicos y sacerdotes se- culares, dedica una mirada y atención especial. Renueva de esta manera la opor- tunidad para un número creciente de cristianos que experimenta una posibilidad en medio de su vida y sus necesidades humanas. Muestra para ello un profundo conocimiento del hombre, que le lleva a proponer incluso un equilibrio en la ascesis, y este va de la mano de un modelo y sistema educativo. Así se explica que la mayoría de sus proyectos y obras educativas intenten la cualificación y coherencia de vida de un clero capaz de ofrecer sabia nueva en la sociedad. Es

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