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San Juan de Ávila: maestro para todo el pueblo 140 141 nistran estos oficios no se quieren poner a estudiar tan largos, y a muchos falta la posibilidad para mantener en las dichas universidades; y, si alguno la tiene, no se quiere poner en esos trabajos; y, si quiere y sale con ello, pretende volar a ganan- cias mayores, y no se quiere abajar a trabajo de curas y de confesonario, salvo si no es para oponerse a algún curato de gruesa renta, con tan poco fruto de los parro- quianos como se sigue de los otros que no tienen ciencia». En 1541 se traslada a Jerez de la Frontera para la creación de un nuevo colegio, que llevará por titular la Santa Cruz. Su predicación por las provincias de Córdoba, Sevilla y Granada tendrá frutos significativos, especialmente en discípu- los y prosélitos que seguirán sus pasos. En 1544 obtiene la aprobación pontificia del Colegio-Seminario de Baeza, lo que hará que aumente también el número de alumnos, y consolide un proyecto educativo peculiar, como servicio apostólico a su entorno, aplicando para ello la sensibilidad propia y aquella que él había ido de- sarrollando a lo largo de los años. De esta manera, no se trataba de la fundación de una universidad más, sino de un estudio general o colegio-seminario, donde había una implicación más directa en el seguimiento de los colegiales y, por otra parte, donde se proponía la teología tomista —como han señalado diversos au- tores—, y se insistía particularmente en un método de enseñanza que miraba con especial atención hacia la finalidad de esos futuros clérigos: la acción evangeliza- dora. En este sentido, la preocupación del maestro Ávila no era solo la asimilación de unos conocimientos intelectuales, sino de esa síntesis que tenía su origen en la Devotio Moderna y una mirada singular en el humanismo, y que llevaba a una asunción de un compromiso interior y también con el mundo. Es bastante plausible que sus centros educativos fueran también una opor- tunidad para poder contar con aquellos que habían quedado excluidos por medio de su carácter de judeoconversos, ya fueran docentes o discentes. Por otra parte, no se puede perder de vista, en este sentido, que las distintas obras estarán siem- pre creadas a partir del apoyo de personas concretas, nunca desde un respaldo oficial, ya fuera civil o eclesiástico, teniendo por lo mismo un carácter de algo alter- nativo. Al mismo tiempo, esos colegios que se vayan sumando no funcionarán bajo una cabeza y proyecto común, sino que gozarán de total autonomía, a modo de una federación. ¿Quizás huyendo del riesgo que lleva el paso del carisma a la ins- titución? Es probable que la propia experiencia de cristiano nuevo le llevará a huir activamente de toda forma de institucionalización, que no dejaba de ser una pérdi- da de libertad, al tiempo que quitaba frescura y espontaneidad a los proyectos. Esa sensibilidad del esfuerzo y el propio sacrificio es algo que reflejará en muchos momentos y que puede, además de la vinculación conversa, tener tam- bién un entronque paulino, que lo entiende como una necesidad de cambiar la sociedad, darle nuevas herramientas. No deja de ser algo profundamente nuevo y vivo también para el presente de todas las épocas. Un ejemplo de ello es su

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