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miguel anxo pena gonzález 116 Era normal que los dominicos, fuertemente marcados por una predicación culta, vieran en los Studia Generalia una oportunidad para su Orden. Una manera eficaz de lograr una buena formación para los predicadores, que se completará con otras medidas institucionales 13 . En este sentido, la primera gran novedad lograda por los dominicos era el ministerio de la predicación para todos sus miembros, en virtud de la misma profesión, rompiendo así con la exclusividad total que los obispos mantenían sobre dicho oficio. También en otros contextos, la intervención papal será decisiva, lo que se refleja en la buena acogida por parte de los maestros y de los estudiantes de la Universidad de París, frente al trato distante y suspicaz por parte del cabildo catedralicio, que intuye en ellos ya unos futuros competidores. La fundación en aquella ciudad será verdade- ramente veloz; de los siete frailes que se establecen en Saint Jacques en 1217, se pasará a treinta en dos años más y, para 1221 eran ya más de ciento veinte 14 . El apoyo del papado no excluía, al mismo tiempo, una verdadera autonomía en la organización del nuevo movimiento. Ejemplo de ello es cuando, en el Capítulo Ge- neral de 1220, se ponen los medios necesarios para que cada convento contara no sólo con un prior, como superior administrativo, sino también con alguien que asumiera la formación en la misma, tarea que corresponderá a un lector 15 . Acto seguido definían el modelo de instrucción que se había de realizar en cada convento. Dicho programa, en las primeras décadas, se centrará en la teología, dejando al margen el estudio de las artes liberales. La fundamentación teórica se encontraba en la necesaria colabo- ración en la evangelización de Europa, por parte de la Orden de Predicadores, que seguía siendo el motivo que justificaba y condicionaba la atención a los estudios. A las lecciones que se impartían intra Claustra debían participar todos los frailes, también aquellos que ya habían profesado tiempo atrás en la misma, con la intención de tener a los predicadores siempre preparados para dicho ministerio. Por este motivo, incluso los lectores debían asistir a las lecciones impartidas por otro maestro. Esta preocupación por la organización interna de la formación intelectual se con- vertirá en una constante a lo largo de más de un siglo, con frecuentes referencias a la misma en los capítulos generales. El detalle tiene su importancia, puesto que se insistirá incluso en denunciar las faltas intelectuales y morales de los estudiantes, al tiempo que se exhorta a imponer penas severas para aquellos que se empeñasen poco en el estudio. Por este motivo, orientan su atención hacia tres lugares, perfectamente vincula- dos con su proyecto vocacional: París, Bolonia y Oxford. A Bolonia, en 1217, había 13  Cf. H. Rashdall, The universities of Europe in the Middle Ages. i . Salerno-Bologna-Paris, F. M. Powic- ke-A. B. Eruden (eds.), London: Oxford University Press, 1969, 347. 14 Cf. G. Barone, Il Papato e i Domenicani nel Duecento …, o.c., 91. 15 Cf. Id., «La legislazione sugli studia dei Predicatori e dei Minori», en Le scuole degli Ordini Mendicanti (secoli xiii - xiv ) , Todi: Accademia Tudertina, 1978, 208. Esto, además, tendrá su reflejo inmediato en las primeras Constituciones de los Predicadores, donde se prevé un lector y, por lo mismo, una escuela para cada convento.

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