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miguel anxo pena gonzález 114 Estaban particularmente próximos a aquellos que no tenían propiedades ni bienes, lo que les facilitaba la aceptación y comunicación por parte de los mismos. De manera simbólica ponían en evidencia una serie de valores, que para ellos resultaban de refe- rencia, como podía ser la pobreza, la sobriedad de vida o, de manera más precisa, el vivir con lo elemental. Esto se llegará incluso a reflejar en las propias ropas que vistan. Es así, que mientras los Predicadores aparecen con unos vestidos que claramente los identifican como clérigos, los Menores se muestran con unas ropas humildes, de pobres y campesinos, que los mimetizaban con la gente sencilla y, por lo mismo, en algún momento incluso confundirá su misión, llevándolos a situaciones complicadas, también como consecuencia del desconocimiento de la lengua. Por lo mismo, no se trataba de encarnar un nuevo ideal, cuanto un género concreto de vida, que llevaba implícita una diversa realidad jurídica que, desde idénticos y comunes ideales, hacía posible la realización de un proyecto vital 8 , sin que para ello fuese necesario docu- mento escrito alguno. Existía una complicidad y compenetración entre Mendicantes y pueblo, en el que las funciones de unos y otros eran mutuamente aceptadas y va- loradas. Los primeros, además de predicar desde una vida sencilla, oraban y servían como intermediarios del pueblo y sus instituciones, que correspondían a dicha tarea por medio de la limosna y el sostenimiento de los frailes. Especial importancia tendrá, en dichas instituciones, la progresiva clericalización, que supondrá mayor consistencia, así como una influencia siempre en aumento y con una expresión más incisiva y beligerante, particularmente entre los Menores. En gran medida, por los conflictos que surgen dentro de dicha Orden, entre aquellos que tien- den a la configuración de un proyecto más intelectual, y por lo mismo más próximo al de los Predicadores, y un segundo grupo, que se quiere mantener en el ideal preco- nizado por el santo de Asís y que no tendía a esa diferenciación, sino que pretendía la aceptación de todos y, por tanto, la de aquellos que no sabían letras, conjuntamente con aquellos que habían realizado estudios 9 . Como ha puesto de manifiesto el profesor Luigi Pellegrini 10 , para distinguir la aportación novedosa del movimiento mendicante, es necesario poner de manifiesto cómo las fuentes medievales suelen utilizar el singular, para referirse a las institucio- nes religiosas de los monjes, canónigos y eremitas: ordo monasticus , ordo canonicorum , ordo eremitarum resaltando así la común regla de referencia a cada una de ellas –la 8 Cf. R. Quinto, «La Teologia dei Maestri secolari di Parigi e la primitiva scuola domenicana», en Divus Thomas 44 (2006) 81-104. 9 Esta cuestión de la aceptación de todos, sin referencia a la necesidad de las letras, conjuntamente con el atractivo que provocaba la figura del santo de Asís, por su ser eminentemente carismático, será lo que haga que el proyecto de vida franciscano, en un plazo de tiempo muy corto, cuente con miles de seguidores. Se había abierto una posibilidad real y auténtica para todos aquellos que querían un proyecto de vida exigente, pero no sabían leer y, por lo mismo, quedaban al margen de la opción consagrada o en trabajos de simple colaboración. El proyecto de los Hermanos Menores los reconocía en igualdad de de- rechos y deberes. Era algo inusitado hasta aquel momento. Y, por si fuera poco, Francisco insistía en no pedir ningún tipo de privilegio al Papa, identificándose con los más bajos de la sociedad. Cf. R. Manselli, Francesco d’Assisi… , o.c., 212-215. 10 Cf. L. Pellegrini, L’incontro tra due «invenzioni» medievali: Università e Ordini Mendicanti , Napoli: Li- guori Editore, 2003, 96.

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