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dominicos y franciscanos en las universidades medievales 113 aprobó y constituyeron la mejor respuesta al reto de las sectas. Estos movimientos, oficialmente aprobados, constituyen lo que comúnmente conocemos con el nombre de Órdenes Mendicantes 6 . Las principales familias serán trinitarios (1198), dominicos (1216), franciscanos (1209, 1221), mercedarios (1235), carmelitas (1245), eremitas de san Agustín (1256), etc. Las características diferenciales entre estas familias permitieron a la Iglesia cubrir toda una serie de flancos que las otras fuerzas vivas del momento eran incapaces de abordar. Si la vida y actuación de los monjes estaba centrada en su monasterio, generalmen- te situado fuera de las ciudades, las Órdenes Mendicantes, por el contrario, se sitúan en el entorno de los grandes núcleos urbanos, haciendo que su centro de gravedad no fuese ya el convento donde vivían, sino el Orbe y con ello, los problemas universales de la sociedad y de la Iglesia de su época. En palabras de Jacques de Vitry, estos gru- pos tendrán «por claustro el mundo» 7 , evidenciando su libertad de movimiento, y su capacidad para adaptarse a situaciones cambiantes. Los dos grupos más significativos de dicha institución son los que más nos intere- san en este momento: la Orden de Predicadores y la de Hermanos Menores. Ambas surgen con características muy diversas entre sí, pero con la peculiaridad de que, a lo largo de su rápida expansión, estarán llamadas a encontrarse y, en muchos momentos, también a confrontarse. Esto se manifiesta, de modo particular, en la manera en que se plantean y miran los problemas de la sociedad de su tiempo, a los cuales respon- derán como un cuerpo y, por lo mismo, de manera unitaria, evidenciando una fuerte asimilación entre las mismas. Partían de realidades diametralmente distintas. Domingo de Guzmán era un ca- nónigo bien formado, que se plantea un proyecto radical, desde una posición clerical, por lo que gozaba ya de todos los derechos de dicho estado, que le permitirán dedi- carse de inmediato a arrancar la herejía de Europa, recurriendo para ello a la predica- ción y ésta desde una opción intelectual, muy superior a la media del momento. Por el contario, el proyecto de Francisco de Asís era de carácter eminentemente laical, intentando lograr una conversión social desde la penitencia de vida y el propio ejem- plo, entendiendo que esta opción era ya una predicación por medio del testimonio de la propia vida. Y, por lo mismo, basada en lo moral y testimonial. Este detalle no puede pasar desapercibido, puesto que influirá más adelante, cuanto intentemos ver las relaciones de franciscanos y dominicos con los Studia . Los mendicantes se mostraban en perfecta sintonía con el estrato o grupo social mayoritario de su tiempo, lo que también les diferenciaba y distanciaba de otros. 6  Cf. R. Manselli, San Francesco d’Assisi. Editio maior , Cinisello Balsamo: San Paolo, 2002, 92-138. 7 «Ma questo ordine di perfezione e l’ampieza di questo spazioso chiostro (che è il mondo intero)…». Jacques de Vitry, «L’Ordine e la predicazione dei frati minori ( Historia Occidentalis 1. ii , c. 32, §. 17)», en Fonti Francescane , §. 2230.

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