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dominicos y franciscanos en las universidades medievales 125 2.3. El pensamiento aristotélico y los Mendicantes Como es conocido, a comienzos del siglo xiii , Aristóteles será recuperado en la es- cena intelectual y, de manera concreta, en las aulas parisinas. Avicena había adaptado y parafraseado diversos textos del Filósofo, de tal suerte que lo interpretaba. Dichos comentarios, al igual que los de Averroes no habían sido hechos a partir de manus- critos griegos, sino desde el siríaco, lo que complicaba significativamente las cosas, obligando a la búsqueda y un conocimiento más veraz del filósofo griego. Progresi- vamente, el aristotelismo averroísta será compensando con el desarrollo de un gran sistema de aristotelismo ortodoxo. Precisamente este trabajo lo había comenzado en París, el maestro Alejandro de Hales 36 . Se trataba del primer teólogo medieval que, con total libertad, usaba y aplicaba nuevos conceptos, a partir de los escritos de Aris- tóteles. Lo más llamativo es que lo hacía en defensa y justificación de la fe, por lo que abría un nuevo camino que, hasta aquel momento, estaba dirigido exclusivamente al estudio de las Artes. La tradición franciscana, aunque partía de estos principios propugnados por Ha- les y su sucesor Juan de la Rochelle, lo cierto es que la orientación asimilada por los hijos de san Francisco, será la propuesta por san Buenaventura que, partiendo de una interpretación de corte eminentemente platónico, miraba hacia la mística 37 . Por su parte, el aristotelismo cristiano vendrá de la mano de los dos maestros do- minicos: san Alberto y santo Tomás de Aquino. Y, el convento de Saint-Jacques será el centro impulsor y de mayor influencia de dichas ideas. París, con los dominicos y la autoridad papal apoyándoles firmemente, desarrollaron las bases de una teología basada eminentemente en la especulación, y olvidando, de alguna manera, la Sagra- da Escritura y la teología de los Santos Padres. De esta manera, los mendicantes –a excepción de los franciscanos– sostendrán que la verdad religiosa se encuentra más allá de la lógica y de la razón, desarrollando por ello una doctrina crítica. Por si esto no fuera suficiente, los tratados de filosofía serán incluidos –incluso el de la ética– en la Summa del Aquinate que, siglos más tarde, se convertirá en la obra clásica de la formación teológica. Los ataques a la doctrina tomista, especialmente después de la muerte del Aqui- nate, movió a su Orden a la aceptación rápida de su doctrina, que se convierte en nexo de unión de la misma 38 . Además de las polémicas y ataques de los franciscanos, que acusaban al dominico de ser un defensor a ultranza de los aristotélicos radicales, 36  Cf. H. Rashdall, The universities of Europe in the Middle Ages …, o.c., 349ss. 37 En esta línea han de ser también entendidas las Constituciones de Narbona, en las cuales los fran- ciscanos prohibirán la difusión fuera de la Orden, de cualquier escrito nuevo no sometido al examen de la autoridad, lo que bloqueará durante años la producción filosófica, como se constata en el caso de Roger Bacon. 38  El Capítulo provincial de Bergerac, en 1286, manda defender y hacer propaganda del tomismo, al mismo tiempo que señala que se ha de castigar a sus detractores. Cf. L. Bianchi, Ordini mendicanti en controllo ideologico …, o.c., 328.

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