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miguel anxo pena gonzález 118 talmente, los destinados a la enseñanza. Este tipo de libros se definían particularmen- te por el modo de lectura e, incluso, por los lectores a los que iban dirigidos 17 . A imitación de la praxis de las universidades, los dominicos mantendrán también una relación docente-discente con el libro, que completaba y ayudaba a seguir la en- señanza de los maestros en las lecciones. El alumno encontraba en el libro la ense- ñanza completa del maestro, de igual manera que un maestro lo hacía en relación a sus antecesores, pudiendo así completar mejor su enseñanza, manejando un discurso dialéctico. En ese afán por lograr la comunicación de una doctrina limpia y coherente, que hiciera evidente su ideal y principio de la Veritas , los dominicos verán la necesidad de ejercitar también un control doctrinal, que se reflejará en el control y difusión de los libros, tanto en lo que se refiere a su edición como a su comercio. Esto se con- cretará luego en las diversas y variadas limitaciones a la posesión, uso y reproducción de escritos ya publicados. Así se explica que fuese la Orden de Predicadores la que institucionalice la práctica de la delación, que luego será adoptada también por otras Órdenes y, hacia 1260, introducida en el Studium Generale de París. En la búsqueda de nuevas fórmulas para mantener la capacitación de sus miem- bros, los Predicadores decidirán que el Studium de Oxford, desde 1261, desempeñase una función análoga a la que tenía el de París, contribuyendo a la preparación inte- lectual de los futuros maestros teólogos de la Orden. Una decisión de tal envergadu- ra tendría también consecuencias directas sobre la configuración de la Facultad de Teología, así como sobre los otros mendicantes allí asentados. En el mismo periodo, concretamente en 1259, la legislación dominica autorizaría ya la erección de Studia de Artes, tendiendo de manera lenta hacia su total autonomía. Se puede afirmar que, la Orden de Predicadores ha marcado en profundidad la historia del pensamiento occidental, no sólo por las contribuciones de sus miembros a la teología, a la filosofía y a otras ciencias, sino también porque, conjuntamente con otras Órdenes religiosas e instituciones, como la Universidad o la Inquisición, ofreció una notable contribución a la creación, puesta a punto y experimentación de instrumentos de control de la actividad intelectual 18 , en la línea de los que antes señalábamos. Un detalle que pudiera pasar desapercibido es, cómo desde el mundo académico, diversos mendicantes pasan a ocupar también puestos de gran relieve en la jerarquía eclesiástica. Uno de los momentos álgidos será durante el pontificado de Inocencio iv , cuando coloca en sedes significativas, con una clara función opuesta al Emperador, 17 Aunque no nos podemos detener en ello, este detalle está también haciendo referencia a los espa- cios de circulación y distribución del libro, que serán eminentemente académicos. Cf. G. Severino, «Libro, lettura, “lezione” negli studi degli Ordini Mendicanti (sec. xiii )», en Le scuole degli Ordini Mendicanti (s. xiii - xiv ) , Todi: Accademia Tudertina, 1978, 387. 18 Cf. L. Bianchi, «Ordini mendicanti e controllo ideologico: il caso delle provincia dominicane», en Studio et studia: le scuole degli ordini mendicanti tra xiii e xiv secolo , Spoleto, 2002, 337-338.

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