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Miguel Anxo Pena González 394 rra justa 55 . Con todo, atacará el derecho de guerra, diciendo que «la guerra justa nace del pecado de aquellos contra quienes se dirige la guerra» 56 . De esta manera, la costumbre de comprar y vender africanos, por mucho que se hubiera extendido no debería ocultar la verdad. Llegado a este punto, pre- senta una conclusión provisional de su reflexión que no se puede dejar pasar por alto: «Se dan tres primeras conclusiones de derecho de gentes, de derecho natu- ral divino y positivo, porque quienes no son esclavos no pueden venderse ni ser tenidos como tales sino que hay que restituirles su libertad y devolverles el precio de su trabajo, porque todo se sigue de modo necesario: 1. Nadie puede comprar o vender a ninguno de los esclavos de África, llamados negros; 2. Todos los que poseen a alguno de ellos, deben liberarlos bajo pena de con- denación eterna; 3. Sus dueños, al liberarlos, deben restituirles sus servicios y pagarles su precio» 57 . Después de la referencia al iure, presenta otros títulos que se conside- ran de justa esclavitud. Primero el de la venta, por motivo delito o extrema necesidad del padre. Respecto al cual dirá que los negros no son esclavos por razón de delito, lo que se prueba por el hecho de que si fueran esclavos justamente, no habría problema alguno para venderlos. Pero, haciendo alarde de su erudición canónica, sostendrá que aún en el caso de que fueran escla- vos legalmente, debería constar la licitud para ser trasladados a las Indias, «pues los que no hubiesen sido condenados a esclavitud perpetua, no podrían lícitamente ser transportados» 58 . Por otra parte, en relación a la venta de los hijos, dirá que «ni pudieron darse ni puede darse tal título entre los negros» 59 , lo que prueba por medio de cinco razones, de las que nuevamente hace una afirmación rotunda: «los cristianos, al padre situado en extrema necesidad, no sólo no pueden comprarle el hijo sino que, si ya lo tienen como esclavo, están obligados a devolvérselo y, si no tienen ayuda, dársela de otro modo y ser- virle lo necesario» 60 . Después de esta argumentación presenta una conclusión respecto de todo lo anterior, como fruto de su alegato: «Los negros no son esclavos por ningún título: ni por el título de guerra justa, ni por el de delito ni por el de venta por el padre en extrema necesidad. Luego son injustamente esclavos contra el derecho de gentes, divino positivo y natural, universalmente y generalmente» 61 . 55 Cf. Ibid., §. 48, 69. 56 Ibid., §. 49, 69. 57 Ibid., §. 56, 81. 58 Ibid., §. 58, 83. 59 Ibid., §. 59, 85. 60 Ibid. 61 Ibid., §. 60.

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