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La lucha por la libertad de naturales y africanos… 391 fueran apresados en legítimas guerras, se les podría conceder la duda o buena fe, pero considera falsa la intención de los señores y la de los sabios, que se encierran en su aparente verdad, convirtiéndola en criterio de medida. Con- dena ambas posturas en razón de su ser de católicos, puesto que no les puede justificar el desconocimiento de los derechos naturales y de todo aquello que se deduce de los mismos. Expone, por último, las razones aducidas por el jesuita Diego de Aven- daño, ordenando los títulos por él desarrollados según su criterio: que los reyes tienen urgentes razones; porque dichos pobres han nacido para servir; por ser viles entre los hombres y tener las Repúblicas de las Indias necesi- dad de ellos; porque los señores obispos fulminan excomuniones contra los tales a instancias de sus amos; porque dichos señores obispos y religiosos sin escrúpulo los tienen por tales; porque algunos doctores inconsecuentemente no lo condenan. No puede aceptar que el adverbio aliqualiter 45 , con el que cierra Avendaño su argumentación, pueda servir para justificar todos los exce- sos. Recurre al derecho canónico, donde había quedado expuesto la dificultad que lleva implícita la confusión: «el error que no se detiene, se aprueba, y la verdad que mínimamente se defiende se subyuga» 46 . Se detendrá brevemente en responder cada una de sus seis propuestas considerando que, ni por razones de imperiosa urgencia del rey y de sus vasallos, puede tener sentido la servidumbre. Al mismo tiempo, la igualdad del género humano es un principio objetivo que afecta a toda la sociedad y a los derechos inalienables del hombre, de tal manera que tiene carácter de universalidad, por lo que no se puede justificar afirmando que esos pobres han nacido para servir. Tampoco, por tanto, se puede justificar sosteniendo que son viles entre los hombres y que las Repúblicas de las Indias tienen necesidad de ellos . Hace así caer en la cuenta que, en la baja condición viene atestiguada por el color de piel, sin que sea necesario recurrir a ningún otro elemento. Respecto al argumento de la jerarquía eclesiástica, que afirmaba que los señores obispos fulminan excomuniones contra los africanos a instan- cias de sus amos, considera que es una profunda iniquidad que quienes han recibido el bautismo y se presentan públicamente como hijos de la Iglesia, en sus obras aparezcan cual son en verdad: como judíos capaces de llevar a sus semejantes a una muerte en vida. En ese mismo contexto, respecto a la justificación de Avendaño de que los obispos y religiosos, sin escrúpulo, 45 «¿Es pues posible, que a un aliqualiter reduzca una materia tan grave, de tanta entidad, de tanta injuria y agrabio? ¿es posible? Pregunto; o totaliter, ¿es lícito lo dicho o no? Si es lícito, ¿para qué omnimode se lo deja condenado? Si no es lícito, para qué aliqualiter, hace justificación, pues de ese ali- qualiter al omnimode o totaliter, no hay menos distancia que el ser y deber ser bueno por todas partes, o ser todo malo, por solo un lado». Ibid . , §. 55, 64. 46 Cf. D. 83 c. 3.

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