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La lucha por la libertad de naturales y africanos… 389 a Génesis 3,19, comparando a los esclavos con Abel, muerto a manos de su hermano. El hecho lo ejemplifica a partir de unas pruebas que él considera irrefutables. Actuar de esta manera, es un hurto de la libertad cristiana, pues si el pecado de tener sometidos a servidumbre a otros cristianos es grave, mucho más cuando se pretende justificar desde criterios de piedad. Además, el trato inhumano e injusto con los esclavos, así como las consecuencias de la tiranía, es algo visible en los cuerpos de los africanos. Frente a la actitud general, en la que todo el mundo da su opinión, como si todo fuera válido, califica que sólo los jueces tienen autoridad, de tal suerte que respeta el orden socialmente establecido, tanto civil como eclesiástico, pero obligando a que también este cumpla con la equidad y la justicia, sin hacer acepción de per- sonas. Si esto es así, como consecuencia directa no puede tampoco recurrirse a la disculpa por medio de cualesquiera autoridades, que son los recursos utilizados vulgarmente por la sociedad: que el Rey lo permite y que el Papa lo consiente. Concluida esta apología aborda las dificultades que viven los africanos para formar una familia, separándolos e impidiéndoles cualquier forma de vida familiar, mostrando así la barbarie de los que se dicen cristianos, impi- diendo el sacramento del matrimonio y no respetando el derecho civil ni tampoco el canónico. Desde un ángulo diferente, se enfrenta nuevamente al comercio, cen- trándose esta vez, en los argumentos «ad hominem» a que se recurre para la justificación. Esto sería el sostener que todos los negocios que provienen de la trata son hurtos y, al mismo tiempo, el escándalo que produce la crueldad de los amos, por entender que en su proceder se da un doble delito: como abuso hacia la persona y como sacrilegio contra el bautismo. Lo concreta en una serie de ejemplos: el hurto manifiesto, el abandono de los viejos, la utili- zación de los esclavos para obras de piedad y la conciencia de que el negro retenido para el servicio de Dios, se convierte en algo especialmente sórdido. Incide, de manera particular, en el trato que los eclesiásticos dan a los siervos, así como al ejemplo que la gente ve en ellos. Es una maldad aña- dida a la realidad, de la que entiende que tendrán que dar cuenta. Al mismo tiempo condena a los compradores, vendedores y propietarios de esclavos por su manera de actuar. Sostiene que sufrirán el castigo al que han sometido a los africanos, con la particularidad de que será por toda la eternidad. Por lo mismo, aquel que obre en justicia, se dará cuenta de la conducta desviada y será consciente del castigo que lleva implícito, lo que entiende ha sido ya sancionado por el Romano Pontífice. El autor da un nuevo paso en su obra, mostrando las consecuencias que se derivan de la asunción de los abusos cometidos. El razonamiento es de una claridad absoluta:
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