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Pág. 52 La figura del Salvador es fiel a la transmisión de u11 idea teológica concreta, la unión en Cristo de la nacur11 leza humana y divina. El Pantocrátor sentado en maj(·~ tad y gloria, dimensión propia de lo divino, mues(f ~ también la realidad humana del Logos encarnado. Es rl viviente sufriente por toda la humanidad, cuyas secuch1 aparecen perfec tamente reflejadas en las llagas de 111 manos, pies y coscado que insistentemente erara de mu' erar al peregrino que se acerca a la obra. Para que és1 comprenda que es "aquel que es, que era y que va venir"; aquél anee el cual el peregrino tiene la oportu111 dad de tomar una postura para así entrar a formar par 1 de aquellas miríadas de miríadas de elegidos (Ap 5,11), A ambos lados del crono de Dios y del Cordero emergt· caudales de ríos de agua viva (Ap 22,1). Son las fuentt que dan de beber a los justos, transformándolos en fuc11 res propias. En el mismo texto del evangelista J uan encuentran referencias a los salmos 23 y 42 donde mh el lenguaje bucólico y pastoril nos acerca a un Dios prt. ximo y pastor del género humano. El peregri no qu contempla el conjunto de la obra y la manifestación 11 la gloria del Salvador es aquel que está reci biendo r segundo bautismo, el de la penitencia personal expreS4 da a lo largo de todo el camino y que ahora', en la ciucl111 del apóscol, escucha aquellas palabras: "Yo, J esús, h enviado a mi Ángel para daros testimonio de lo refem1 te a las Iglesias. Yo soy el Retoño y el descendiente 1~ David, el Lucero radian te del alba". El Espíritu y 1 Novia dicen: 'Ven'. Y el que oiga, diga: 'Ven' Y el q1 tenga sed, que se acerque, y el que quiera, reciba gra1 agua de vida" (Ap 22,16s). La imagen del Salvador, centro de la gran represenraci!'ll mateana, tiene que ser vista y contemplada en estrecl relación con el resto de las imágenes que lo acompañ11 desde ella, el espectador dará comprensión a la catequ sis representada a lo largo de toda la imaginería apO( líptica que el Maestro pone ante los ojos del peregrino.