BCCAP000000000000089ELEC

tablas de la Ley; Isaías, presentando un largo pergamino en el que se indica al peregrino su temporalidad existen– cial y su juicio final; Daniel, arquetipo del apocalipsis veterotestamentario; Jeremías; los otros cuatro han sido reconocidos como los cuatro primeros profetas menores: Oseas, Joel, Amós y Abdías. En el lado derecho encon– tramos la representación de los pilares de la Iglesia de Crisro, cumplimiento y culmen de la revelación de Dios a su pueblo. Pedro, roca de la Iglesia: revestido de ponti– fical y con las llaves; Pablo, apóstol de los gentiles, sos– tiene entre sus manos un libro abierto, en el que se transmite al creyente la historia de la salvación, el cum– plimiento de las antiguas promesas de Yahveh en Jesucristo; el señor Santiago, quien en sus manos porta un bastón de peregrino y una larga leyenda en la que se indica la influencia de su persona sobre la tierra de Compostela; Juan en sus manos sostiene un libro en el que transmite al penitente el mensaje fundamental del Apocalipsis, el descenso de la nueva J erusalén (Ap 21,2); completan la serie Andrés, Felipe, Barolomé y Tomás. Requiere especial consideración el detalle de las miradas de Daniel, Juan y Santiago al creyente. Son ellos, desde sus revelaciones, los que interrogan la vida del peregrino. Juan y Daniel han dejado consignados, en sus respectivos libros bíblicos, la transmisión del Misterio. A su vez, el apóstol Santiago demuestra, con sus obras, la veracidad de lo anunciado en las Escrituras. Santiago aparece con una leyenda entre sus manos. Es el libro dulce en la boca y amargo en las entrañas, que está abierto (Ap 10,10), a diferencia del libro escrito por el anverso y el reverso, que permanece cerrado y sellado con siete sellos. Antes de su apertura definitiva es necesario abrir los sellos uno por uno, cuya realización encuentra en la persona de Santiago la figura idónea para tal misión. La lectura conjunta de este arco central nos muestra cómo aquel que era y murió por todos los creyentes, plasmado en los símbolos de la Pasión, es el mismo que Pág. 56 vive sentado en un trono de gloria y se ofrece aho111 desde la majestad de su trono pidiendo la respuesta d1•I peregrino para volver a manifestarse. Serán los creyentt·• que llegan a Compostela los que escuchen las palabro del Apocalipsis: "Aquel que era, que es y que va a venir' (Ap 4,8). Para ayudar al peregrino en ese camino profu11 do de encuentro con el Señor, se le pone un modelo co11 crero ante sus ojos, alguien que le mira y le interroµ11 desde su propia vida: el señor Santiago, patrono del sa11 cuario. 1O. A Dios tienes que adorar (Ap 22,9) L A única represenración que nos encontramos ('I el lado interior del pórtico, mirando a la basíl1 ca y a excepción de una de las representacionr de las tentaciones, es la que tradicionalmente ha identificado con el maestro Mateo. El personaje ~ encuentra arrodillado, con la mano derecha golpeándo el pecho, y en la izquierda muestra un pergamino en r que, según la tradición, podía leerse "architectus". 1 peregrino que ha llegado a la meta no puede quedarse t• la grandeza exterior que ha sentido y vivido a lo largo d todo el camino con la protección del señor Santiay1 tiene que dar el paso ineludible y personal de adorar Dios (Ap 22 ,9) en espíritu y verdad Gn 4,24), que hace real en la eucaristía. En la basílica tiene una rel vancia especial por "encontrarse" debajo del altar el cut po del bienaventurado discípulo del Señor. 11. Una última reflexión T ODO el pórtico se encuentra ci mentat sobre unos animales de claro cuño apocalípl co. Es el recuerdo de aquella típica tradici cristiana de levantar sus templos allí dom

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz