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554 miguel-anxo pena gonzález “Existieron sin duda otros maestros de ilustre doctrina, los cuales enriquecieron con admirables joyas la sagrada diadema de la Teología cristiana. Debéis vosotros venerar los nombres de estos doctores y acatar sus opiniones en la Iglesia, que así se muestra vestida de variedad. Contra la licencia impetuosa de disputar, será un freno oportuno, sobre todo en la Teología moral, el Doctor Angé- lico, cuya Suma teológica parece un tesoro de verdad en la casa del Señor. Por lo cual ha merecido públicos elogios en Roma vuestra constitución, sobre todo observando que no priváis a otros doctores de la posesión antigua en que están de sus Escuelas, y veneráis con la Religión que se debe en las controversias teológicas, el Magiste- rio celestial de la Iglesia romana. Pero en este tiempo no nos ha parecido conveniente ligar con el vínculo pontificio de nuevo juramento, la piadosa libertad de vuestras voluntades. Conocemos la disposición de vuestros ánimos, y creemos que haréis, movidos por piedad, lo que deseáis hacer obligados por la necesidad” 52 . Como es lógico, el Papa no podía apoyar algo que estaba res- pondiendo a la defensa de intereses y disputas de Órdenes. Pero no cabe duda que si los dominicos se habían valido de su Procura en Roma para estas cuestiones, no habían hecho menos los hijos de San Francisco y San Ignacio, paralizando algo que atacaba directa- mente a sus intereses. No deja de ser una prueba más de la distan- cia que se iba, poco a poco, produciendo entre el estudio riguroso de la Teología y los intereses de partido. Y, desgraciadamente, las Universidades hispánicas habían perdido el rumbo en la producción teológica, centrando todo su interés en la casuística, sin elaborar una necesaria reflexión doctrinal. En la Península Ibérica, más que peligro de herejía, lo que se dejaba sentir con gran virulencia era el peligro de ser denunciado a la Inquisición, que hacía que todos se mantuviesen muy parcos en sus reflexiones. Por otra parte, ese mismo año, después de todas las oposiciones de las grandes Universidades y de sus intereses, los Reales Estudios abrían sus puertas en la Villa y Corte, con lo que igual que ocurriera con el Papado anteriormente, sucedía ahora con la Monarquía, que se desmarcaba de la Universidad más importante del Reino, consi- derándola a partir de ahora como un medio más para la burocracia. De esta dependencia directa de la Monarquía se deducirán, en gran 52 bav, Barberini , lat. 2199, f. 20v. La presente traducción es de: Antonio Astrain, Historia de la Compañía de Jesús en la asistencia de España. v. Vitelle- schi, Carafa, Piccolomini (1615-1652) (Madrid: Razón y Fe, 1916) p. 188.
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