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82 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ dominicos ganaban la batalla por el Aquinate, pero no podían ya controlar que la interpretación de éste tomara caminos divergentes. En esta ocasión, con el Proyecto de Estatuto, que determinaba la obligatoriedad de emitir juramento a todos los que optasen a grado, estaban de acuerdo dominicos y agustinos, oponiéndose al mismo la observancia franciscana y los jesuitas. Por suerte, el Consejo no lo ratificó, con lo que quedó en un proyecto más. Con todo, dos detalles llaman poderosamente la atención: por una parte, la actitud de la observancia franciscana, que hace oír su voz, lógicamente en una visión más amplia, de tal suerte que en el Estudio quedara espacio para los maestros franciscanos, especialmente para Duns Escoto; y, el segundo aspecto a considerar, y que parece de crucial importan- cia, es el contexto católico de la Universidad de Lovaina y Cornelio Jansenio, moviéndose para controlar el poder de los jesuitas en las Universidades del Orbe. No se puede olvidar que el jansenismo tenía precisamente su origen en la Universidad de Lovaina, por la confrontación teológica, entre la Facultad de Teología, de fuerte inspiración agustiniana, y el Colegio de la Compañía de Jesús, de línea tomista abierta, donde se tenían en cuenta las interpretaciones de Luis de Molina, Leonhard Lessius y Jean Hamelius. La presencia de Jansenio, lejos de ser circunstancial, manifiesta la importancia que seguían teniendo las Universidades afincadas en los reinos de Castilla y Aragón, pero, al mismo tiempo, daba cuenta de que éstas habían sufrido un descen- tramiento, que iban llenando los jesuitas y sus Colegios-Universidad. Los dominicos, ante la incapacidad para lograr el recurso en el ámbito cortesano, intentan desplazarlo al pontificio. Durante un año debió de estar la cuestión en Roma, puesto que la resolución está fechada a 29 de abril de 1629. Curiosamente Urbano VIII , después de reconocer los grandes méritos que concurrían históricamente en la Universidad de Salamanca y sus maestros, afirmará que éstos no se podían quedar constreñidos en este tipo de disputas tan superfluas . Incluso comprendiendo que la intención era mantener la seguridad y la dignidad de la Teología católica 51 . El Papa no podía apoyar algo que estaba respondiendo a la defensa de intereses y disputas de Órdenes. Pero no cabe duda que si los dominicos se habían valido de su Procura en Roma para estas cuestiones, no habían hecho menos los hijos de san Francisco y san Ignacio, paralizando algo que ata- caba directamente a sus intereses. No deja de ser una prueba más 51 Cf. bav , Barberini , lat. 2199, f. 20v.

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