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80 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ se inclinaban hacia los agustinos, lo que les situaba en una posición delicada. A partir de la solución a la que se llega, pareciese como si los dominicos siguieran explicando en el general de Prima, ya que “la cátedra que se haya de fundar y de nuevo funda sea de Prima y no de Vísperas, que se lea a la misma hora y en ella las mismas lec- turas que están asignadas a la antigua cátedra de Prima de Teología de la Universidad” 48 . El cambio parece estar no en las doctrinas que se explicarán en la misma, que no sufrirán ninguna variación, sino en la seguridad de que ésta será regentada exclusivamente por los dominicos, y a la hora de la de Prima, pudiéndose así mantener la línea de pensamiento propia del tomismo dominicano sin ninguna contestación y con todo el reconocimiento oficial por parte de la Universidad a sus maestros. Cuando el Rey, el 26 de agosto de 1606, desde San Lorenzo de El Escorial, firma la R. C. de provisión para la cátedra de Prima vinculada a los dominicos, expresamente refiere que lo hace “mostrado los inconvenientes que de ello resultaban para la buena enseñanza de las letras sagradas” 49 o, si se quiere, para la vía tomista dominicana. No se puede tampoco minusvalorar el hecho de la cuestión económica, ya que era evidente que, ante la actitud de los jesuitas, que no recibían ningún estipendio por sus lecciones, los dominicos habían siempre mostrado interés hacia la remuneración de las mis- mas, algo que queda todavía más de manifiesto en que, cuando el rey mande proveer la cátedra de Prima de dominicos, lo hace con una dotación propia, y con igual cuantía de la de Prima de Sala- manca. Era un reconocimiento para los dominicos y un dolo para el que a partir de ahora ocupara la de Prima, puesto que siempre tendría a otro maestro al mismo nivel de reconocimiento y prestigio económico, sin tener que pasar por la oposición. Con la creación de las cátedras de Órdenes, de alguna manera, se perdía el sistema medieval y corporativo de provisión de cáte- dras, en el que las menores servían de medio, para que a la de Prima y Vísperas llegaran los individuos mejor capacitados o apo- yados corporativamente, por lo que se consideraba que, al faltar los dominicos de dicha provisión, faltaría un elemento fundamental en la lucha por la propiedad, perdiendo prestigio las cátedras. Se rom- pía algo que había sido esencial: el equilibrio y, por lo mismo, tam- bién en la explicación de santo Tomás. Al tener los dominicos una cátedra propia para su Orden, se presentan dos posturas opuestas 48 Ibid ., f. 105r. 49 Ibid . , lib. 74, f. 140.

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