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LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA Y EL CONTROL DE LA TEOLOGÍA... 73 respondía para que en sus contextos las ingerencias fuesen con- troladas y medidas oportunamente. Se trataba de una Iglesia que volvía a recuperar seguridad en sí misma, lo que se mostrará de manera plástica en la Compañía de Jesús, como espejo en el que se mirarán las grandes Órdenes. En el entorno académico suponía también la convicción del poder valerse por ellos mismos, representado especialmente en los Colegios de regulares, sin tener necesidad de sufrir el control uni- versitario-académico, en el que el Monarca cada vez iba teniendo mayores ingerencias, algo que creaba suspicacias en los ambientes eclesiásticos. Mientras que en otros momentos la Universidad había servido a los religiosos para lograr cierta autonomía respecto de sus superiores, en el presente caso es todo lo contrario: la dependencia institucional de los superiores, se convertía en el medio adecuado para distanciarse de un proyecto común, como era la Facultad de Teología, que se veía como una realidad opresora de las ideas e interpretaciones de la teología y, especialmente de la Summa . Era, en definitiva, la seguridad en sí misma, de una Iglesia católica del barroco que, después de una profunda crisis, comienza a ver la luz, y extrae las consecuencias y posibilidades de todo el proceso andado. La única cuestión que quedaba bajo el control absoluto del Estu- dio eran la concesión de grados académicos, incluso como arma que ésta tenía en sus manos, y que había obtenido del visitador Caldas, logrando que por R. C. los estudiantes teólogos estuvieran obligados a oír las lecciones en el General, y no en los monasterios o conven- tos, bajo riesgo de no poderse graduar 37 . Con todo, la medida no logró obtener los efectos deseados. La Universidad se mueve con cierto miedo o prudencia, sin hacer uso de todas las armas que tiene disponibles. Así, por ejemplo, en noviembre de 1601, cuando la Universidad tenía los permisos para sacar a concurso las dos cáte- dras regentadas en aquel momento por los dominicos, por haberse ausentado de las mismas; sólo lo hará con una, la de Escoto que, por otra parte, era la que menos interesaba a la Orden de Predica- dores. Lo curioso del caso es que será el Consejo quien solucione el conflicto, obligando a los dominicos a leer en dos cátedras de la Universidad. Así, Ledesma leería en la de Santo Tomás y Herrera sustituiría a Báñez en la de Prima. Los dominicos habían logrado lo que querían; regentar, al menos, una de las dos cátedras más impor- tantes y, en ambas, poder impartir las doctrinas de santo Tomás. No 37 Cf. Ibid ., f. 6v-7rv.

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