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los hechos. Y, para ello, cualquier argumento era válido, tanto las ideas sostenidas por el naciente liberalismo, como las posturas basadas en la escolástica hispánica o la evidencia de convivencia social que proyectaban los nuevos estados. Pero, al socaire de esta argumentación teórica, se evi- denciaba también que la igualdad entre los vasallos españoles no era real. Los criollos se sentían postergados ante los peninsulares en el acceso a los puestos administrativos, mientras que una élite burocrática venida de la Península pretende hacer como si las cosas estuvieran igual que antes. El control está en manos de esa élite burocrática, del alto clero y de los comerciantes sobresalientes 8 . También el patriarcado criollo será el que promueva, dirija y oriente las diversas manifestaciones del pueblo. A partir de esta situación, es lógico que la aversión sea creciente, pero también en este punto se pone de manifiesto cómo los argumentos tienen una evolución en sus propias lecturas. Así, el argumento de ataque directo al Despotismo por parte de los revolucionarios españoles, que se justifica afirmando que han vivido trescientos años de Despotismo desde el momento que se negaron las libertades castellanas, tiene un reflejo en los entornos revolucionarios americanos que, partiendo del mismo princi- pio, resalta su sometimiento constante a las autoridades regias venidas de los marcos peninsulares, haciendo uso de todas las prebendas y negando incluso los derechos propios de aquellos vasallos americanos. Lógicamen- te, la reacción progresiva remarcará lo propio y peculiar americano 9 . Cuando esos rencores se van acentuando, unidos al ansia por defen- der la legitimidad clásica y el pueblo se arroje a la calle para defender al soberano legítimo, la reacción de enfrentamiento contra el poder estableci- do será fuerte y, un reflejo de las reacciones por parte de la Iglesia jerár- quica serán las excomuniones, que pueden estar reflejando una actitud defensiva, tanto civil como eclesiástica, frente a todo aquello que pudiera estar inspirado o, simplemente, pudiera suscitar cualquier tipo de recuerdo o parangón con la realidad vivida en Francia como consecuencia de la revolución francesa. Después de esta experiencia, la legitimación religiosa 16 Miguel Anxo Pena González 8 Esto se manifiesta con gran claridad en México con el golpe de Estado del comerciante Gabriel de Yermo, en septiembre de 1808, contra lo que se interpretaba como un intento ilegítimo del virrey Iturgaray para hacerse con el poder. El hecho tuvo una fuerte trascendencia en la Nueva España, representando uno de los prototipos de la actitud antiamericana de los peninsulares hacia los criollos. Cf. F.-X. Guerra, La desintegración de la Monarquía hispánica: Revolución e indepen- dencia, in: A. Annino-L. Castro Leiva-F.X. Guerra, De los imperios a las naciones: Iberoamérica, Zaragoza 1994, 205, nota 22. 9 Aunque no nos detenemos en ello, lógicamente ocupa un papel significativo en este juego de intereses la representatividad de unos y otros, en relación a una soberanía que revertía en todo el pueblo español.

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