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ésta es fácil leer los hechos como una tiranía, puesto que aquel que era considerado como aliado se había alzado, imponiéndose por la fuerza. Al mismo tiempo, esto tenía como resultado que, en una estructura centralis- ta como la que habían ido imponiendo decididamente los Borbones, la nación quedara sin cabeza legítima 7 . La respuesta, sustentada en la vehemencia típica hispana, no se hace esperar. Diversas figuras, tanto en la Península como en América, se alzan contra el tirano invasor desde una manifiesta actitud de patriotismo y defensa de lo propio. Ese patriotismo refería a unos valores comunes clá- sicos y defendidos por todos. Serán éstos los que aglutinen y convoquen un sentimiento de exaltación común en toda la sociedad, que tendrá dis- tintas concreciones en España y América. Con todo, reflejos de ese senti- miento común serán diversas manifestaciones de fidelidad al rey, a la religión católica y a la patria. Llama poderosamente la atención el consta- tar que, el rechazo del francés se hace por medio de remarcar la fidelidad al soberano legítimo, en el que se ponen todas las esperanzas e ilusiones de un pueblo que estima y defiende sus usos y costumbres propios. Pero, precisamente en este hecho, es donde ya se manifiesta una evo- lución de qué entiende cada uno por nación. Lo que en un primer momento era claramente la Monarquía hispánica comienza a ser sustituido de manera casi perceptible por nación española, idea que identifica a peninsulares y americanos, pero que pronto generará suspicacias y no mucho después abiertas confrontaciones. Por lo mismo el reflejo de los hechos se mueve entre una unidad de actitudes y valores a defender, en una homogeneidad de comportamientos que pronto derivará en respues- tas abiertamente enfrentadas: las de que aquellos que defienden la Monar- quía en su comprensión clásica y la de otros que comienzan a considerar y promover nuevas posibilidades de entender la nación española. Lo sor- prendente es que ambas posturas se sustentan en el rechazo y enfrenta- miento contra el tirano francés, que hace brotar esos valores patrióticos exaltados. En el trasfondo, era necesario justificar posturas que permitieran defen- der teóricamente aquello que el sentimiento popular estaba realizando con Confluencias teóricas y prácticas heterogéneas … 15 Pero, al mismo tiempo, no cabe duda que otro tipo de posturas eran consideradas como prove- nientes del invasor francés, lo que hubiera generado un revuelo importante. 7 Es cierto que no era sólo fruto del absolutismo borbónico, sino que la misma manera de entender los pactos entre el rey y su pueblo determinaban fuertemente la figura del Soberano como el único referente visible. Al faltar éste se tambaleaban los cimientos que daban seguridad a un pueblo. Y, desde el mismo momento que algo era cuestionado, quién ponía límites a que otros temas relacionados pudieran ser cuestionados o interpretados de nuevas maneras en su propia evolución interna.

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