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Estados. Pero, con la singularidad, que ambos utilizarán idénticos ámbitos y recursos para sustentar sus posiciones. Así sucede también en la interpretación que sostuvieron tradicional- mente los insurgentes y, en el lado opuesto, las autoridades eclesiásticas, fundamentalmente obispos que los condenan e, incluso, en algún caso los excomulgan. La cuestión más importante es a qué responden esas exco- muniones. ¿Es una cuestión religiosa o es también política? No parece que la respuesta esté en una lectura unívoca, sino en la conjugación de diver- sos elementos que serán religiosos, políticos, ideológicos e, incluso, cir- cunstanciales de cada momento y lugar. Muy unido a esto, también es verdad que no se pueden pasar por alto hechos históricos objetivos, que deben ser aceptados en su presente y como parte de su núcleo esencial. No se trata de un sumatorio matemático simple. Volviendo a nuestra idea de partida, es claro que un asunto complejo no puede ser resuelto a partir de soluciones simplistas. Y, en este sentido, el hecho religioso es siempre complejo, por mucho que nuestra sociedad actual se obstine en simplificarlo e, incluso, en dejarlo de lado y conver- tirlo en un aspecto que sólo se refiere a la vida privada y oculta del indi- viduo, sin ninguna trascendencia para el marco social. Lo religioso configuraba y daba forma al día a día de las sociedades del Antiguo Régi- men, por lo mismo ese elemento ha de ser tenido en cuenta cuando ahora analizamos estos hechos. Así los temas religiosos y la argumentación dedu- cible de los mismos, en una clara orientación revolucionaria o contrarre- volucionaria, sirvieron abiertamente a aquellos que tenían la obligación o se sentían en la responsabilidad de movilizar a la población 5 . El pensa- miento clásico fue, de esta manera, una herramienta eficaz y segura, desde la cual generar respuestas en los distintos espacios geográficos. No cabe duda que, los primeros levantamientos, como consecuencia de las abdicaciones de Bayona y las actitudes sostenidas por Napoleón y sus huestes hacen buscar recursos en la argumentación clásica 6 . Desde 14 Miguel Anxo Pena González 5 No cabe duda que el providencialismo identificado con la comunidad concreta resultaba un recurso atrayente en el marco propio, máxime cuando se refería a algún tipo de devoción pro- pia del entorno, capaz de aglutinar a la población de una manera difícilmente pensable. Podríamos ver muchos ejemplos de esta cuestión. Es suficiente con una referencia al más claro de todos, el de la Virgen de Guadalupe en la Nueva Granada, pero también podemos ver el de la Virgen del Carmen en La Paz, el 16 de julio de 1809. Si estos usos u orientaciones nos relacionan con el entorno revolucionario, en el contrario no será muy diferente, utilizando los mismos símbolos para conseguir los resultados opuestos. Un ejemplo significativo puede ser el de la justicia divina, como medio para mantener el status quo . 6 Es necesario, a este respecto, preguntarse por qué en la argumentación clásica. La razón es múltiple, por una parte era la más fácil de ser asimilada y aceptada por todos, pues era la que se había transmitido por generaciones, por lo que era más difícil que pudiera ser cuestionada.

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