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tando. Así, en estos años, se comienza a promover la lectura de las obras e ideas de Bartolomé de Las Casas. Éste, al poner de manifiesto los abu- sos, aunque fuera de manera exagerada, se convertía en un elemento de apoyo para los secesionistas. La cuestión no era, una vez más, si lo dicho era veraz. Lo importante es que fuera adecuado y oportuno para los inte- reses que se querían promover. En esta lectura, había una presencia signi- ficativa del pensamiento elaborado en el Alma Mater salmantina a lo largo de aquellas décadas del siglo XVI 97 . Los políticos, por tanto, reflejan un uso del populismo que llega a los discursos que pronunciarán en los con- gresos, así como en las fórmulas de los artículos de las Constituciones o en sus cartas e instrucciones al pueblo. Ejemplo de ello será el mismo Simón Bolívar, que en la Constitución boliviana, llega a una gran similitud con el ideal político de Suárez. Un detalle sugerente es el hecho de que los mismos emancipadores se consideran los auténticos descendientes e intérpretes de aquel sistema humanístico del siglo XVI, entendiendo que todo el período intermedio es un paréntesis de infidelidad a unas doctrinas que deberían haber sido asu- midas por toda la sociedad de su tiempo 98 . No cabe duda que el detalle tenía una fuerte carga de construcción ética y social, puesto que era una manera de que aquellos que se emancipaban tuvieran un marco religioso y político de comportamiento, en el mismo momento en que estaban rom- piendo con el que habían mantenido durante más de trescientos años 99 . Se desligaban de la Madre Patria, pero no lo hacían del pensamiento, ahora ya múltiple, que los había ido conformando. Eran también parte del sustrato final, pero siempre con matices muy propios y marcados desde el contexto concreto americano. Así se explican sermones como los del sacerdote de Guandacol, José Francisco Echenique, cuyo ejemplo recoge Stoetzer que, sin ambages, afirmará que el poder de los Reyes estaba subordinado al de Confluencias teóricas y prácticas heterogéneas … 43 97 En esta misma línea, Menéndez Pidal comenta cómo los grandes activistas recordaban a Las Casas insistentemente, es el caso de Francisco de Miranda y Simón Bolívar en Venezuela, y Servando Teresa de Mier Noriega en México. Cf. R. Menéndez Pidal, El Padre Las Casas. Su doble personalidad, Madrid 1963, 368-378. 98 El detalle es interesante; igual que en algún momento se identificarán con los naturales, lo hacen también con esos grandes pensadores, en los que poder enraizar una serie de posiciones revolucionarias. Éstas serán luego matizadas y progresivamente cambiadas valiéndose también de las gacetas y los pasquines que estaban presentes por todas partes. 99 Creemos que este detalle ha de ser valorado en su justa medida. Es cierto que autores como R. Breña formalmente no niegan este principio, pero consideramos que no lo valoran sufi- cientemente. Aceptando que el imaginario de las élites americanas es considerable, no lo es menos que éstas mirarán hacia las formas de su pasado, para dar seguridad en el momento que no cuen- tan con instituciones que puedan ofrecer cierta estabilidad. Así se podría explicar no sólo lo inten- tos monárquicos en Hispanoamérica, incluso de figuras abiertamente republicanas como es el caso de Simón Bolívar, sino también la seguridad que ofrecía un pensamiento que estaba enraizado socialmente, como era el pensamiento hispánico.

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