BCCAP000000000000085ELEC

pretar las ideas, en razón de los acontecimientos concretos ante los que se tienen que enfrentar y, al mismo, tiempo no podemos minusvalorar el lugar que ocupa en este contexto la entrada en escena de los impresos, fundamentalmente de las gacetas, que en la mayoría de los casos provie- nen de la Península, aunque son reimpresas en América. De manera con- creta, podríamos decir que la ruptura entre peninsulares y criollos tiene lugar, de manera generalizada, en la primera mitad de 1810, ya que al romperse la unidad política, por medio de diversos intentos revoluciona- rios o insurgentes, inmediatamente se abren nuevas grietas en el entorno próximo en el que cada uno reside. Prueba de ello es el hecho de que la promulgación de las constituciones de las repúblicas americanas es incluso anterior a las propias declaraciones de independencia 95 . Con todo, es necesario seguir insistiendo en que los cambios y las muta- ciones no resultan del todo lineales, sino que en multitud de ocasiones nota- remos como se vuelve a argumentos que, teóricamente, pudiéramos considerar que estaban ya superados. Así se explica, por ejemplo estas pala- bra de Teresa de Mier, en 1813, que si no son interpretadas precisamente desde esa clave nos resultarían totalmente anacrónicas e, incluso, erráticas: «Así los Reyes, llamando siempre a las Indias estos nuestros reinos, de que toman título como de las demás, no establecieron allí un gobierno de Consulados o Factorías, sino de Virreyes, Chacellerías, Audiencias y un Supre- mo Consejo de Indias, con los mismos honores y distinciones que el de Cas- tilla; iguales establecimientos de Cabildos, Tribunales, Universidades, Mitras; un Código de leyes particulares, que se substituyan poco a poco con las de Castilla en lo que se diferencian…» 96 . Este tipo de lecturas independentistas buscarán, además, los autores más oportunos, con los cuales poder afianzar aquello que se estaba susci- 42 Miguel Anxo Pena González entendiendo que se trata de la opresión de los derechos de la América hispana y, por lo mismo, de los americanos, que tenderá a la desintegración de las visiones clásicas. Así se explican posturas como las de Gregorio Lanza, que había participado activamente en el levantamiento de La Paz, el 16 de julio de 1809. Cuando haga su valoración, con posterioridad a la intervención militar del virrey del Perú, afirmará que lo que se había pretendido era defender los derechos de los america- nos, conocidos por todos y, algo que los monarcas españoles habían olvidado desde hacía más de treinta años. 95 Es quizás éste, uno de los detalles que podemos considerar también como contradicto- rios, pues mientras que la independencia era una posibilidad connatural de la posibilidad política del imperio español, el que se lleve a término con posterioridad a la promulgación de las constitu- ciones, nos habla de un liberalismo que se manifiesta a gran velocidad y que se identifica con unos ilustrados que habían permanecido ocultos o que habían pasado bastante desapercibidos hasta aquel momento. 96 S. Teresa de Mier Noriega, Historia de la revolución de Nueva España, antiguamente Anáhuac, o verdadero origen y causas de ella con la relación de sus progresos hasta el presente año de 1813, [lib. V], Paris 1990, 138.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz